El australiano Min Woo Lee (-18) ha dado la campanada al llevarse el Open de Escocia después de firmar un espléndido 64 y, a continuación, superar en el primer hoyo de desempate, con un birdie rotundo, a Thomas Detry y Matthew Fitzpatrick. Una racha marciana de seis birdies consecutivos por los primeros nueve hoyos del The Renaissance Golf enfilaba al joven aussie (cumple 23 años en dos semanas) hacia la senda de su segunda victoria en el circuito europeo. En este tramo mágico hubo un poco de todo: tirazos a bandera, buenos putts de media y corta distancia y algún purazo demoledor, de aquellos que de verdad marcan la diferencia en las últimas jornadas.
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El golf de Lee apenas ha mostrado fisuras y en la hora de la verdad, en el play off, pegaba más duro que ninguno desde el tee y luego un segundo disparo de antología. Así se gana un torneo. Así se cierra la puerta al resto. Por tanto, todo el crédito para este jugador, que de nuevo se sitúa en la cresta de la ola y mirando a la cara a su hermana mayor, Minjee Lee (actual Número 14 del mundo), igual que cuando ganara en febrero de 2020 el ISPS Handa Vic Open en su tierra, Australia.
Jon Rahm ni se inmuta por ceder el Número Uno del mundo
Más de dos horas antes de que el partido estelar llegara al hoyo 18 Ian Poulter (-17) había puesto ya un resultado picante en la casa club, que de hecho no se iba a superar hasta el final, aunque lo hicieran hasta tres jugadores. En esta carrera contra el registro del veterano inglés, Jon Rahm (-16) casi siempre marchaba un paso por detrás. De nuevo lastrado por un inicio algo desordenado (bogey en el hoyo 1), después no terminaba de meterse hasta las cejas en el epicentro de la batalla. Amagaba, pero no terminaba de sacudir. La vuelta final del español, 69 golpes, no puede considerarse pobre, pero esta vez ha resultado insuficiente.
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En el hoyo 9 al fin parecía encontrar el modo de cambiar el signo de su jornada, embocando un putt largo y delicado de birdie, y a continuación, además, sacaba también el birdie en el 10. En ese punto, para qué negarlo, daba la sensación de que Rahm al fin había puesto en marcha el acorazado, pero no volvería a anotar ningún birdie más en la tarjeta. Se puso a llover, luego vino la suspensión por aparato eléctrico… Los problemas eran para todos, claro, y el español no fue quien mejor se adaptó. Así que los detalles decisivos (ese putt que entra o no entra, esa bola que se deja un poco más cerca del hoyo que los demás…) esta vez jugaron en su contra.
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En todo caso, conviene no perder de vista un hecho muy concreto: mientras Jon buscaba el modo de hincarle de verdad el diente al campo y al resto de candidatos, todavía se iba a plantar en el hoyo 16, par 5, o lo que es lo mismo, el hoyo 70 del torneo, con opciones reales de victoria. Por supuesto que tuvo sus oportunidades (hoyos 14 y 16, por ejemplo), pero en esta ocasión llegaba al final, al desenlace, un pelín forzado y sin el control total de la situación.
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¿A qué sabe entonces este séptimo puesto final de Jon Rahm en un gran torneo de las Rolex Series, después de ganar el US Open? ¿Deja un regusto agrio? ¿Un tufo a decepción? O muy al contrario ¿debe considerarse su actuación en tierras escocesas positiva y hasta exitosa? Probablemente sea el propio jugador quien considere que podía haber estado un poco más fino, que realmente podía haber sumado su quinto triunfo en las Rolex Series en once apariciones, tal y como se habían dado las cosas y saliendo a un golpe de los líderes el domingo… En honor a la verdad (y también a la justicia, en un medio tan complicado y revirado como es el golf de alta competición), lo real y cierto es que el desempeño y resultado de Jon Rahm en North Berwick al menos debe calificarse con un notable alto. Es sólo una opinión, una manera de verlo. Una modesta sugerencia.