Inicio Grandes Circuitos DP World Tour “Álvaro, ¿estás enfadado?”

“Álvaro, ¿estás enfadado?”

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Álvaro Quirós pega un drive de locura en el hoyo 1. Buen comienzo. Supera los 335 metros y se queda a poco más de sesenta del green… Un segundo tiro más que decente y un buen putt de algo más de cinco metros para birdie. Así se arranca una vuelta…

Pero ese sería el primero y el último putt de más de cinco metros que el de Guadiaro iba a embocar en toda la primera jornada. Y lo que es peor: tampoco va a embocar muchos desde menos de cinco metros (sólo uno, y no llegará hasta el hoyo 15, después de una árida travesía de catorce hoyos al par)…

Falla uno en torno al metro y medio en el hoyo 2, otro igual en el 3, y otro parecido en el 4… Después no consigue acertar desde seis, siete, ocho o cinco metros. No hay manera. La ronda se esfuma, el leaderboard se dispara con multitud de tarjetas en 68 golpes o menos (cerca de cincuenta…) y la moto no arranca.

Francesco Molinari, que juega con él, se le acerca en el hoyo 14 y le anima. Le pregunta si está cabreado por algo, que lo ve algo decaído, pero Quirós le dice que es resignación, más que cabreo. Su nuevo caddie, Mike, que lo acompaña desde el reciente Alfred Dunhill Links, le hace una confesión al español: “tenía la idea de que eras un jugador menos paciente, pero me estás demostrando que no es así…”. Porque es muy cierto que Álvaro no se sale del partido, del juego.

“No estoy jugando tan mal. Pero cojo muchos greenes y me cuesta un mundo hacer un solo putt. Hoy he fallado hasta ocho oportunidades por debajo de los cinco metros de distancia. Así no voy a ningún lado. No sé bien lo que es. Voy a cambiar el grip del putter ahora mismo porque lo veo un poco abierto… No sé, a lo mejor es eso. El caso es que yo siempre había sido un pateador bastante fiable de metro y medio para abajo y ahora veo fantasmas por todos lados. Que si una pisada, que si cogerá o no cogerá la caída… Y me estoy metiendo en una espiral de desconfianza peligrosa”.

La parte positiva de la situación ya ha quedado descrita: esa actitud paciente que suele mantenerlo en pie la mayoría de las veces, aunque el gesto de su rostro refleje a las claras cierta preocupación, cuando menos.