Cualquiera que viera hoy a Jorge Campillo minutos antes de subirse al tee del 1 del Abu Dhabi Golf Club, saliendo en el partido estelar, estaría de acuerdo en que no transmitía ninguna sensación especial de agobio, ansiedad o miedo. Nada de eso. Ni por asomo. Una vez más volvemos a ser testigos de que no existe un abismo emocional o psicológico que separe al jugador extremeño de su primer triunfo en el circuito europeo. Pero si estamos todos de acuerdo en que sus capacidades técnicas le llegan de sobra para romper y, además, él ya ha estado en esta posición de privilegio en otras ocasiones, sin conseguir llevarse el gato al agua, habrá que concluir que hay una última pieza del diabólico rompecabezas que todavía no ha encontrado o que no acierta a encajar…
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Es un modo de hablar, de verbalizarlo. Probablemente no se trata de una única pieza, entera y visible, tangible, sino más bien de un puñado de pequeños matices, detallitos que juntos marcan la diferencia: un punto de lucidez más, de arrojo, de determinación, y seguramente un punto más de convencimiento en tus posibilidades y en tu plan. A Jorge Campillo le cuesta mucho menos reconocer las virtudes y capacidades de los rivales que exprimir las suyas al ciento por ciento cuando de verdad toca soltar amarras.
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El español tiene el deseo y, aunque a veces parezca tibio en sus expresiones, realmente sueña con la gloria y con la dicha de luchar a menudo contra los mejores, tal y como ha ocurrido este sábado de enero en Abu Dhabi, y volverá a ocurrir mañana, domingo, porque todavía tiene algo que decir en este torneo. Hoy mismo, después de la vuelta, nos lo repetía fuera de micrófono, y daba gusto escucharle después del mazazo: “este año voy a ganar un torneo, seguro”. Es probable que la propia experiencia de verse en estas situaciones de tanto en tanto ayude a afinar todos esos matices, ayude a encajar la última pieza, pero un análisis frío y certero también puede acelerar los plazos.
