Sergio García se prepara para arrancar el año 2022 de la mejor manera en Dubai, una plaza donde ya ha cantado victoria (2017) y ha cosechado otros éxitos. El próximo mes de abril cumplirá 23 años como profesional y puede que, después de tantos tiros dados, el campeón español se lo tome todo con un poquito más de serenidad, pero en el fondo casi nada ha cambiado en este cuarto de siglo: siempre hay un nuevo afán, otro ilusionante desafío. Ya lo dejó claro en la encuesta navideña que Tengolf realizó entre una amplísima muestra del golf español masculino y femenino. Su objetivo realista para 2022 era volver a ganar; la meta más ambiciosa era meterse entre los quince primeros del mundo; y el sueño o reto de locura, ganar el Open el próximo mes de julio en St.Andrews… Pues eso: nuevos afanes, otros ilusionantes desafíos.
El de Borriol participa por decimotercera vez en el Dubai Desert Classic, que estrena patrocinador principal, Slync.io, y lo hace por quinta vez consecutiva, desde que ganara en 2017. Pero más allá de cómo le ha ido en esta esquina del mundo, habrá que convenir que, después de casi 23 años como profesional, a este muchacho no le ha ido del todo mal. Repitámoslo una vez más: mantenerse casi un cuarto de siglo entre los mejores, tal y como Sergio ha hecho, no está al alcance de prácticamente nadie, por mucho talento que uno traiga de serie.
¿En qué se basa tal longevidad en la excelencia? Obviamente, en multitud de aspectos y detalles, comenzando por una genética privilegiada, puesto que las lesiones apenas se le han cruzado en su carrera. A partir de aquí, hoy queríamos centrar la atención en su rutina estándar de trabajo, porque quizá por este lado encontremos algunas pistas o, incluso, enseñanzas. Comenzando por un detalle, que probablemente sea mucho más que un detalle: difícilmente habrá visto nadie a Sergio García en este último cuarto de siglo trabajando de sol a sol en la calle de prácticas. Ojo: decimos en la calle de prácticas, no en el campo de golf…
Aprovechamos su vuelta de entrenamiento de este martes en el Majlis course del Emirates Golf Club, escenario del torneo, para charlar con el jugador entre golpe y golpe de todos estos aspectos, tratando eso sí de estorbar lo menos posible. La primera sentencia aparece tan rauda como rotunda: “siempre he defendido que jugar al golf en la calle de prácticas es demasiado… fácil”. Se puede decir más alto, pero no más claro. Es cierto que hoy en día la tecnología, los trackman y compañía, aportan mucha información, pero a la hora de la verdad en la calle de prácticas es imposible simular el juego real, por más que uno se esfuerce en ‘imaginar’ un obstáculo de agua a la izquierda del objetivo…
“En la calle de prácticas la bola siempre está bien. Después, en el campo, es donde te enfrentas a las diferentes posiciones de bandera, a la influencia real del viento en el resultado de un tiro, donde tienes que jugar bolas que no están en la mejor posición, con los pies más altos o más bajos que la bola, en el rough, con un poco de barro… Y aunque estés con la bola perfecta y en el centro de la calle, en el campo es donde de verdad tienes un fuera de límites por un lado o un obstáculo de agua por el otro”, explica Sergio.
Parece de cajón, es cierto. Sin embargo, a la hora de la verdad, no son pocos los jugadores del más alto nivel que durante muchas sesiones de trabajo vuelcan más tiempo y energías en la calle de prácticas que en el verdadero terreno de juego. Vayámonos a porcentajes puros y duros, aunque sea de un modo aproximado: de cada cien minutos de entrenamiento que Sergio dedica en el club de golf, setenta y cinco los pasa en el campo y sólo veinte en la zona de prácticas. Es raro, muy raro, que el castellonense no salga a jugar, al menos nueve hoyos. Curiosamente, un tal Tiger Woods tampoco solía perdonar la salida al campo de golf…
Hay alguna excepción. El matiz lo pone el propio Sergio: “a ver, puede haber momentos determinados en los que estás trabajando algo muy concreto del swing y es importante la repetición de un ejercicio, y entonces sí paso más tiempo en la calle de prácticas”. Dicho lo cual, cabe preguntar al jugador cómo suele distribuir el tiempo de trabajo cuando no está jugando hoyos en el campo. Tampoco es Sergio, las cosas como son, de cuadricular de manera germánica los tiempos de trabajo, según las parcelas del juego. En este sentido se guía mucho por las sensaciones, así que hay veces que se mete en el putting green “y cuando me he querido dar cuenta llevo ahí hora y media”, señala. De todos modos, nos facilita una pequeña guía, también muy reveladora. A saber:
“Cuando voy a dar bolas suelo poner más hincapié en el juego con los wedges. A lo mejor pego quince o veinte bolas con cada wedge. Tampoco mucho más. Después, con los demás palos, normalmente no suelo llegar siquiera a las diez bolas”. Lo dicho: en nueve de cada diez sesiones, donde Sergio entiende que está trabajando a tope es en el campo… Es más, normalmente suele jugar 18 hoyos cuando sale al campo.
Dejamos para el final un apunte postrero que no tiene desperdicio. En no pocas ocasiones, cuando la salida al campo es en solitario, Sergio juega a lo mejor nueve hoyos y, para ponerle un poco de picante, lo hace con dos bolas y cada golpe cuenta. Esto es: pone a competir a una bola contra la otra. “Alguna vez, por ejemplo, sí he hecho seis menos con una bola y cinco menos con la otra… Un partido muy animado”, sentencia el genio.