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George Coetzee amplía el ‘cortijo’ sudafricano

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George Coetzee (-14) se ha impuesto en la tercera edición del Tshwane Open, haciendo valer su condición de favorito en una jornada muy intensa, en la que partió con opciones de victoria, mayores o menores, un tercio del total de los jugadores en liza, a ojo de buen cubero.

No es sencillo arrebatarle el triunfo a los sudafricanos en su tierra. Son muchos y los hay muy buenos. Coetzee, en este caso, era el jugador local con mejor ranking mundial y además salía dentro del abigarrado grupo de líderes (seis) que arrancaban el día en todo lo alto. Si nos fijamos en los torneos del circuito europeo que se juegan en Sudáfrica (obviando el Nedbank, que tiene un field reducidísimo), resulta que en las últimas dos décadas se han disputado ya 58 torneos en aquel país y el número de victorias locales asciende a 35, lo que supone un sesenta por ciento de ‘acierto’. Cifras casi abusivas.

Por lo demás, el golf ha estado hoy a punto de reírse una vez más de todo y de todos. En efecto, se cuenta con un número de candidatos al triunfo de un modo casi estadístico, limitando las posibilidades a todos los jugadores que parten a cuatro o cinco golpes como máximo de la cabeza, sobre todo si son tantos los aspirantes, como era el caso. Pero a partir de ahí, ancha es Castilla, cada cual en su ronda y las musas caprichosas del golf en la de todos: a punto ha estado de llevarse el gato al agua Jacques Blaauw (-13), que venía desde muy lejos y entregaba un 61 que le servía para igualar el récord del campo. Sólo Coetzee, con un golf poderoso y pleno de control, evitaba la morrocotuda sorpresa. En este seguro que ayudó al campeón el hecho de conocer el campo como la palma de su mano, pues él comenzó a jugar al golf a la edad de diez años precisamente en el escenario del torneo, el Pretoria Country Club.

Adrián Otaegui (-8) terminaba en sexta posición después de unos nueve hoyos finales excesivamente ingratos. El vasco cerraba un excelente torneo a seis golpes del ganador, un margen que desde luego no refleja lo que ocurría durante buena parte de la vuelta decisiva. Pero así es el golf. El caso es que Adrián comenzaba con bogey en el 1, para recomponerse enseguida y ejercer de liebre, anotándose hasta cuatro birdies en los siguientes cinco hoyos, para auparse con autoridad hasta el liderato en solitario. Desde el hoyo 7 se mantenía sin problemas, pateando siempre para birdie y mostrando una serenidad y un ritmo envidiables. Ni siquiera un pequeño tropiezo en el 9, par 5, donde no sacaba el birdie, parecía alterarlo…

En ese punto de su vuelta ya venía atacando Coetzee con determinación y casi coincidía también con el final de la ronda de Blaauw… Entonces, sí, había que reaccionar o, al menos, no perder el tren, pero no ocurrió ni lo uno ni lo otro. Encadenaba tres malos hoyos y se quedaba demasiado descolgado después de fallar la salida del 11 y firmar bogey, perdonar también el birdie en el otro par 5 del campo (hoyo 12) y errar en el 13 una recuperación. Esta vez ha estado hasta el hoyo 67 del torneo en la brecha y, no lo olvidemos, mucho antes que él habían ido cayendo inexorablemente jugadores como Molinari, Jacquelin, Madsen, Trevor Fisher, Horsey… Él se había mantenido en la lucha hasta que sólo quedaban cuatro candidatos en pie de los veintitantos que podían contarse en la parrilla de salida. Y esto también hay que saber valorarlo, porque la jornada venía cargada de nervios, precisamente ante la situación de absoluto desgobierno en la cabeza. No hay cuidado. Si de alguien puede esperarse que guarde en el disco duro y procese convenientemente cada experiencia, cada enseñanza, ese es sin duda Otaegui.

Resultados en vivo del Tshwane Open