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Jon Rahm con el trofeo de ganador del Open de Irlanda. © Golffile | Fran Caffrey
Jon Rahm con el trofeo de ganador del Open de Irlanda. © Golffile | Fran Caffrey

Jon Rahm (-24) ha reventado cualquier previsión y expectativa en la última jornada del Open de Irlanda, inscribiendo su nombre en el delicado trofeo de cristal que distingue al vencedor, el mismo que agarraron Seve, Chema y Sergio, después de mostrar una superioridad arrolladora y un control de la situación imponente en la jornada definitiva. Podía apostarse por la victoria del español, claro que sí, en vista de lo ocurrido en los primeros 54 hoyos y viéndolo en el partido estelar del domingo, pero difícilmente hubiera supuesto nadie que fuera a dejar la tarea prácticamente finiquitada en el hoyo 12 y que terminaría ganando con seis golpes de ventaja sobre sus inmediatos perseguidores. Estas cosas ya no ocurren en el golf de alta competición…

Jon Rahm en el hoyo 18 de Portstewart. © Golffile | Thos Caffrey
Jon Rahm en el hoyo 18 de Portstewart. © Golffile | Thos Caffrey

Aún tuvo que lidiar, además, con la sombra de una duda razonable, la del farragoso marcaje de su bola en el green del hoyo 6, despejada en esta ocasión por el sentido común y la lógica. Y no es tan sencillo salir indemne de un suceso de estas características, con una charla por medio con Andy Mcfee, jefe árbitro del circuito europeo, saliendo del tee del hoyo 13, cuando realmente estaba ya todo el pescado vendido. El eagle en el hoyo 14, enchufando un putt de unos diez metros, venía a confirmarnos ante qué tipo de campeón nos encontramos. No ante uno que se encuentra con los triunfos, desde luego, sino más bien ante un depredador que va a por la presa, la atrapa y la tritura.

Ni siquiera él tenía muy claro cómo iba a reaccionar ante la tesitura de salir como líder en el partido estelar del domingo de un torneo de gran calado. Ya lo sabe. Y de paso nos lo ha hecho saber a todos, comenzando por sus compañeros de profesión.

Jon Rahm ganador del Open de Irlanda. © Golffile | David Lloyd
Jon Rahm ganador del Open de Irlanda. © Golffile | David Lloyd

Sabe que es capaz aplacar los nervios del tee del 1 y de jugar un primer hoyo casi perfecto, aunque no embocara el putt. Ya sabe que es capaz de meter un putt muy delicado desde unos cuatro metros para salvar el par en el hoyo 2 y no entreabrir la puerta a las dudas y la incertidumbre. Ya sabe que es capaz de pegar su mejor hierro 7 en busca del primer birdie de la jornada (hoyo 4), y que por aquellas cosas del destino (otro guiño más) y del talento y la calidad el asunto puede terminar en un eagle majestuoso desde 140 metros.

Ya sabe, en definitiva, que es muy capaz de disfrutar como un niño con todo lo que había en juego, tal y como ha hecho entre los hoyos 5 y 12, en los que ha desplegado un golf bestial, casi perfecto.

Al fin se ha dado cuenta de que puede exprimir su mejor versión también en los links, donde hasta la fecha, sobre todo en su época amateur (hasta anteayer, por tanto), no terminaba de sentirse a gusto. Sabe por tanto que el British Open es a partir de hoy un objetivo real y posible, aunque el viento no haya soplado esta semana más allá de los 25  kilómetros por hora…

¿Sería precipitado situarlo como favorito en el Open que comenzará en apenas once días en Royal Birkdale? A esta pregunta es mejor responder con otra: ¿quién se atreve a ponerle límites o barreras al Expreso de Barrika?