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La odisea física y mental de Alejandro Cañizares con final feliz en Wentworth

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El jugador español saca interesantes conclusiones que afectan a la parte psicológica del juego

Nos situamos en un lunes 29 de abril de 2013. Alejandro Cañizares (Madrid, 1983) viaja desde Corea del Sur, rumbo a China. Viene de jugar el Ballantines y va a afrontar el Volvo China en Tianjin. Comienza a dolerle la cabeza.

Después vienen las nauseas y un malestar general que no tiene ninguna gracia, mucho menos a casi diez mil kilómetros de casa. Trata de coger fuerzas una vez se instala en el hotel, ya en territorio chino, pero el asunto va a peor y finalmente es ingresado en un hospital el miércoles, 1 de mayo. Allí le realizan todo tipo de pruebas, incluyendo una punción lumbar, para tratar de determinar su enfermedad. El diagnóstico: sufre una meningitis vírica. Y aún debe dar gracias, porque no se trata de la meningitis bacteriana, que es la que de verdad pone los pelos de punta con solo nombrarla…

La madrugada del sábado 4 de mayo puede al fin viajar hacia España, y la travesía resulta algo más que un engorro, puesto que el jugador se encuentra realmente mal.

Nos trasladamos ahora al martes 21 de mayo. Han pasado veinte días desde que Cañi fuese ingresado en un hospital de Tianjin. Ahora está en Wentworth, donde se disputa el deslumbrante BMW PGA Championship. Una vez recuperado y aunque muy justito de fuerzas y preparación, finalmente ha decidido viajar. De hecho, no es hasta ese día, el martes del torneo, que puede al fin jugar 18 hoyos caminando (la vez anterior databa del domingo 28 de abril, en la última ronda del Ballantines en Corea). Juega en el legendario recorrido de Virginia Water una ronda de prácticas junto a José María Olazábal. La vuelta no puede ser más desastrosa, y sus sensaciones no son mucho mejores. Todavía le duele la cabeza, se cansa muchísimo al caminar… El asunto huele a desastre pero Alejandro está tranquilo: esta semana no puede exigirse absolutamente nada, no ‘tiene derecho’ a presionarse. El final de la historia es bien conocido: solo 25 días después de ingresar en un hospital en Tianjin, el domingo salía en el partido estelar junto a Lee Westwood y aún estaba pateando para eagle en el hoyo 18 para meterse en un desempate por el triunfo. Al final, se quedaba a un golpe del ganador, Matteo Manassero. ¿Tiene semejante episodio alguna explicación? Es el propio Cañizares quien le cuenta a Tengolf los detalles del proceso y todo lo que iba pasando por su cabeza desde que llegara enfermo a España…

«La primera semana después de llegar de China la pasé entera en casa. De la cama al baño, del baño al sofá, del sofá a la mesa para desayunar, comer… A lo mejor me ponía de pie y me mareaba mucho. Me dolía la cabeza… La siguiente semana, la anterior a la de Wentworth, intenté salir a entrenar algún día. No podía. No estaba bien. Daba algunas bolitas y al final pude jugar un día nueve hoyos en buggy…».

La pregunta fluye sola, por supuesto. ¿Cómo es posible que en Wentworth completase una de las mejores semanas de su carrera?

Alejandro le ha dado vueltas y tiene su propia idea del asunto. «En Wentworth, los días anteriores al torneo, me encontraba flácido, todavía me cansaba subiendo unas escaleras, a las cinco de la tarde me entraba un sueño que me quedaba dormido de pie… Sólo hay una explicación: fui allí y estaba allí con CERO expectativas. No esperaba nada de mí esa semana. Cualquier fallo en el campo no me hacía daño porque los tenía asumidos, contaba con ellos… Es increíble, pero ya sabemos lo que cuenta el aspecto mental. Es más, yo creo que en estos niveles de golf la parte mental es el 95 por ciento. El cinco por ciento restante engloba todo lo que hemos trabajado y jugado a lo largo de nuestra carrera, pero no deja de ser lo que se espera de cualquiera de nosotros: porque todos somos capaces de poner la bola en calle, todos somos capaces de ponerla luego en el green y de meter muchos putts. Unos la pegan muy fuerte, otros son muy buenos con los hierros y otros tienen otras habilidades. Yo sé que no puedo aspirar a pegar los hierros como Olazábal ni al driver como Álvaro Quirós, pero el secreto está en aceptarse tal y como uno es y sacar partido a tus puntos fuertes. Aceptarse como uno es… Qué fácil es decirlo. Para ganar o quedar arriba, todo depende en un 95 por ciento de que esa parte mental deje fluir con normalidad a ese cinco por ciento que incluye la memoria muscular, los movimientos del swing, tantas veces repetidos de una manera casi mecánica, las correcciones y mejora en el campo de prácticas, etcétera. Cuando pinchas en el tee del hoyo 1 todo ese cinco por ciento tiene que salir solo automáticamente, ya no vale pararse a pensar por donde sube o baja el palo. Y para que salga así, solo y con naturalidad, le tiene que abrir las puertas ese 95 por ciento tan subjetivo del que hablamos. Es difícil explicarlo, pero es algo así…».

También ocurrió en Wentworth, claro, que Cañizares fue encontrándose mejor con el paso de los días y con los chutazos de adrenalina. «El jueves terminamos de jugar y le dije a Íñigo Urquizu, mi caddie, que era increíble el resultado que habíamos hecho pegando tan mal a la bola. Iba muy tranquilo por el campo y, sobre todo, pateaba de una manera impresionante, igual que luego el viernes. El acierto con el putt es la parte más decisiva, al fin y al cabo. El sábado ya no fue lo mismo. El sábado jugué muy bien. Y me encontraba mucho mejor físicamente, yo creo que también por la adrenalina», explica.

¿Y el domingo? Ahora había cambiado el escenario. Se sentía mejor físicamente y las expectativas, lo quisiera o no, estaban de nuevo en todo lo alto. Algo así como la pescadilla que se muerde la cola. Y vuelta a empezar con la batalla psicológica. «Antes de nada tengo que reconocer que yo no estoy acostumbrado a ese tipo de situaciones, saliendo en el partido estelar con Lee Westwood y toda esa gente ahí… Me dije que tenía que salir a jugar mi golf, con tranquilidad. Y estamos en las mismas… A lo mejor ese fue el error y tenía que haber salido repitiéndome ‘voy a ganar, voy a ganar’. Pero nunca se sabe. La parcela donde más se nota la presión es el putt, sin duda. No hay ningún movimiento en golf que sea tan consciente y meticuloso. Y yo pateé mal el domingo. De haberlo hecho un poco mejor habría ganado, porque tuve varias opciones, sobre todo al final. En el 18 pegué un híbrido de segundo golpe buscando el eagle. No fue perfecto, pero salió muy bien. Acto seguido Westwood pegó un hierro 3 perfecto. Le miré y nos sonreímos. Fue un buen final».

Hace tiempo que Cañi sabe que la actitud y la parte mental del juego son de vital importancia. Es un tema de conversación recurrente con Urquizu, el profesional que a día de hoy lleva su bolsa y que, a su vez, también toma nota de todo por si un día decide poner a prueba su juego otra vez con los mejores. «Íñigo y yo hablamos mucho de todos estos aspectos psicológicos del juego. Compartimos muchas veces habitación en los hoteles y tenemos muchas ocasiones de hacerlo. Analizamos las vueltas y muchas otras cosas. Él entiende mis problemas y mis agobios en el campo y también me ayuda a ser más frío ante los errores. Creo que nos ayudamos mutuamente».

Mientras se van poniendo en orden las piezas, ahora es momento de disfrutar para Cañi y Urquizu. De ver el calendario con renovadas energías y expectativas. «La semana en Wentworth ha supuesto un aliciente, es verdad. Ta ayuda a quitarte de encima esa desconfianza que vas cogiendo poco a poco, esa duda de si serás capaz de estar ahí arriba. Te da motivación y energía. Te has visto ahí y piensas: ¿por qué no voy a poder ganar cualquier torneo?», razona.

Con treinta años cumplidos le queda mucho por delante. Y en el caprichoso e interminable proceso quizá exista algún jugador en especial que le sirva de inspiración, pensando en su evolución como profesional y en los objetivos más exigentes. En una maniobra ladina, el periodista le apunta el nombre de Luke Donald, por aquello de la similitud de perfiles que ambos guardan, y salvando las diferencias que hoy en día separan a uno y otro en el palmarés…

Pero este madrileño de nacimiento, andaluz de sentimiento, apunta magistralmente hacia otro lado: «me inspiran algunas cosas que veo día a día muy cerca de mí. Por ejemplo, la motivación con la que veo que va Olazábal al campo de prácticas. Y las ganas que tiene cada día de hacerlo mejor. Las ansias que tiene por jugar bien… O Jiménez. Que sale de una lesión complicada y vuelve mejor que antes, con unas ganas increíbles de competir. Pienso en todo lo que han ganado, en todo lo que llevan encima, en las vueltas que han dado… Yo estoy ahí con mis treinta años y ellos que ya lo han ganado todo todavía quieren más y aún demuestran ese ansia increíble… Esto sí que es una inspiración para mí, y de primera mano». Nada que añadir.