Más allá del resultado concreto y de las condiciones de juego, a uno le queda un recuerdo casi tangible de la tercera ronda del pasado Open Championship. Aquel sábado Shane Lowry emitía en una longitud de onda distinta; se movía en otro plano; había difuminado las barreras entre el golf virtual y el que se juega a pie de hierba. O al menos eso parecía: cada golpe que diseñaba en su cabeza lo clavaba acto seguido en tres dimensiones, en el mundo real…
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Hoy, salvando las distancias, el proceder de Robert Macintyre (-11) durante la segunda jornada del Porsche European Open, nos ha trasladado hasta aquel sábado irlandés de Royal Portrush. El escocés, que sería capaz de jugar un golf más que digno mientras se cepilla los dientes, tan natural le sale, se ha saltado a la torera todos los obstáculos que dispone esta semana el Green Eagle courses Golf de Hamburgo (campo largo, mal tiempo…), pegando excelentes golpes uno detrás de otro, a puñados. También es cierto que el joven escocés ha aprovechado a las mil maravillas las condiciones de juego de su turno, bastante mejores que unas horas antes, pues el viento había amainado (el +4 parecía destinado a entrar en el corte de todos los modos y maneras y al final se quedaba fuera).
Sea como sea, su vuelta de 65 golpes, siete menos, sin bogeys en la tarjeta, es un tesoro. Como también la de Bernd Rithammer (-7), segundo clasificado a cuatro golpes de Macintyre, que firmaba un 66, también sin borrón alguno. Ellos han encontrado la manera de clavar la estaca en el corazón de este pequeño monstruito germano.
Hay otra manera de sacar adelante vueltas por debajo del par en este campo. Pablo Larrazábal (-3), por ejemplo, hoy nos ha enseñado una. Nada que, por otro lado, no responda a un principio universal del golf que, en cristiano y por no extendernos demasiado, viene a decir lo siguiente: si no le estás pegando muy bien a la bola, arréglatelas como puedas para hacer las menos posibles…
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“No le estoy pegando nada bien desde el tee. Además, estoy yendo corto, así que no lo estoy pasando nada bien en los hoyos más largos. Pero en fin, las pongo por ahí y me las arreglo para hacer pares. Pares, pares y más pares como sea y tratar de aprovechar las pocas oportunidades que van saliendo”, explica el barcelonés de ese modo tan descarnado y directo que le caracteriza.
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Muy mal no le ha ido: vuelta de 71 golpes y un octavo puesto en la tabla que lo sitúa ante un fin de semana divertido. Y eso que erraba un putt de apenas un palmo y medio para salvar el par en el hoyo 6. Son ese tipo de accidentes (“no sé qué ha pasado, no ha tenido mucho sentido el error”, dice) que pesan una barbaridad cuando no vienes sobrado y cada hoyo es una escaramuza, pero que afortunadamente no ha sacado al español de los raíles.
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No obstante, bien sabe Pablo que pegando así a la bola le va a ser muy complicado mantenerse arriba. Incluso al prestidigitador más prolífico se le agotan los juegos de manos. “Para ganar voy a tener que jugar mucho mejor desde el tee”, sentencia.
El torneo, de todos modos, parece de lo más abierto, puesto que un mal día puede pagarse muy caro. Así que es mucho lo que tienen todavía que hacer y decir los otros cuatro españoles que han pasado el corte, aunque aparezcan algo lejos de la zona caliente: Nacho Elvira (+1), Jorge Campillo (+1), Iván Cantero (+2) y Álvaro Quirós (+2).
