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Cómo pasar de una tragedia heroica a la misma gloria en apenas 13 horas y 40 minutos

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Nacho Elvira esta semana en el Club de Campo Villa de Madrid. © Golffile | Hugo Alcalde
Nacho Elvira, en el Club de Campo Villa de Madrid. © Golffile | Hugo Alcalde

Mientras no se demuestre lo contrario, que todo podría ocurrir, el 66 de Nacho Elvira (-3) en la segunda jornada del Open de España es el mejor resultado del día. Pero detrás de este bello tarjetón, cuajadito de birdies, que le ha permitido a Nacho remontar y meterse sobrado en el fin de semana, hay una historia algo más cruda y sin duda mucho más interesante…

El jueves todo le salía al revés al cántabro. O casi todo. A ver, puntualicemos. Todo lo que intentaba desde el fairway, con los hierros en las manos, largos o cortos, era poco menos que un desastre. “Es de esas veces que uno se pone a la bola y no sabe qué es lo que va a salir, hacia dónde va a salir la bola…” nos ha explicado el jugador. Desde el tee no iba tan mal, pero los segundos tiros eran una auténtica lotería y, claro, no suele tocar. Luego, en los alrededores de los greenes, bien desde el rough o desde la arena, la tragedia tomaba tintes heroicos, porque el español iba salvando aquí y allá con maestría situaciones de lo más diversas para evitar lo que podía haber sido un tanteo escandaloso. El putter echó una mano decisiva en la tarea, por su puesto, porque no siempre era posible dejarse putts cortitos…

Y usted, amigo golfista, ¿con qué finish se queda?

Con el 73 a cuestas y después de comer, Nacho se fue al campo de prácticas junto a su equipo, con Pepín Rivero, su entrenador, a la cabeza. Y allí, literalmente, terminaban cerrando las instalaciones. A las 20 horas en punto ya les avisaban de que no podían seguir. Había que irse a casa. Todavía pedía Nacho permiso para tirar un último drive… Permiso concedido: salió un fade pleno de control, bien pegado.

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Hoy, todo ha cambiado. Después de encontrar una sensación a la que agarrarse, bien detectada por Rivero, el jugador español salía a jugar esta mañana con la idea de seguir la indicación establecida. Algo incómodo, pero con la determinación de hacer el pertinente acto de fe. Y las cosas iban saliendo: el driver se mantenía en un rendimiento estable y el putt seguía tan caliente o más que el día anterior (lleva ya tiempo pateando de modo notable, aunque los resultados no hayan terminado de acompañar). Pero, sobre todo, los hierros se comportaban con fiabilidad. Estables y, según pasaban los hoyos, cada vez más confiados. Elvira iba ahora rozando la gloria…

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