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No se fíe de lo que le contemos: en Francia puede pasar cualquier cosa…

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Si prácticamente ningún torneo de golf suele responder a un guión establecido, y mucho menos en la época actual de igualdad, lo de este Open de Francia se está llevando la palma…No hay gobierno ninguno ni previsión que valga. El liderato quedó fijado el jueves en seis bajo par y ahí sigue. Y los candidatos se suceden, caen, vienen y van, entre sucesos casi paranormales…

Empezando por uno de los nuevos líderes, el inglés David Howell (-6), que comparte la cabeza con Anders Hansen. ¿Hace cuánto que el inglés no se veía en un torneo de postín como líder después de 54 hoyos? Y no será por su palmarés, pues se trata der un hombre Ryder en 2004 y 2006, sino más bien por ese agujero negro y profundo por el que transitaba desde hace años… Algo ha cambiado, desde luego, en Howell en las últimas semanas, pues por primera vez en cuatro años ha conseguido pasar seis cortes consecutivos. ¿Ha llegado de nuevo su momento?

También ha resultado un auténtico ‘poltergeist’ el inicio de vuelta de Lee Westwood (+6), que marchaba siete arriba en el día después de seis hoyos, encadenando un doble bogey y cinco bogeys… O el desplome de Martin Kaymer (+10), que hoy ha entregado una tarjeta de 78 golpes. Por no hablar de Nilsson (+3) y Colombo (+6), héroes el jueves y, desde entonces, confundidos sufridores en el Golf National.

Así las cosas, da la sensación de que todos los jugadores que ahora mismo se encuentran bajo par, y son un total de 21, aún podrían tener su opción mañana. Cinco golpes les separan del líder, en el peor de los casos, y las fluctuaciones en el Golf National (París, Francia) dejan márgenes sorprendentes.

Ninguno de los seis españoles presentes el fin de semana ha llegado precisamente a esa situación de bajo par. El mejor de todos ellos, y muy cerca del top-ten entre otras cosas, es José María Olazábal (PAR), que hoy ha ganado al campo y que, de un modo u otro, está dejando magníficas sensaciones esta semana en suelo galo. El capitán bien se merece un paréntesis de disfrute personal con su juego y sus resultados, aunque él no los necesite para cumplir fielmente con su tarea.

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