Pablo Larrazábal (-12) ha conquistado este domingo el Korea Championship presented by Genesis. Una victoria más. Y van ocho en el DP World Tour. Tres en poco más de un año. Con 39 primaveras a sus espaldas y tres lustros más tarde de ganar su primer trofeo en Francia. Suma y sigue. Es un escándalo.
Pablo ha vuelto a demostrar este domingo en el Jack Nicklaus Golf Club de Incheon que hay muy pocos jugadores en el mundo con su instinto ganador. Es un perro de presa. Cuando huele la sangre, estás perdido. Jugará mejor o peor, lo hará más o menos ortodoxo, lo que quieran, pero tiene mil y un recursos para hacer exactamente lo que toca cuando la victoria está en el horizonte.
Ha vuelto a dar una lección de cómo se ganan los torneos. Ha sido el mejor de largo de los últimos partidos en Corea del Sur. Cuando más aprieta la soga, más a gusto se siente. Ha firmado una vuelta espectacular de 67 golpes para ganar con dos de ventaja sobre Marcus Helligkilde (-10). Sin discusión. Sin paliativos. Pegando golpazos, metiendo putts muy importantes en los momentos claves y aprovechando los requiebros del azar como sólo puede hacer alguien que ha hecho de ganar su profesión.
Pablo empezó a jugar a las ocho de la mañana, hora local, para terminar los dos hoyos que le quedaban para completar la tercera jornada. Regresó con bogey en el 17 y acabó con par en el 18. No era el bagaje soñado cuando se acostó ayer. Perdía el liderato po un golpe frente a MacIntyre. Después, tuvo que esperar más de tres horas para ponerse en marcha de nuevo. No, definitivamente no es el plan ideal…
Pero Pablo no tiene problemas. Lidia con lo que le toque. Hoy también. Sus nueve primeros hoyos fueron de libro. Dos birdies en los pares cinco y el resto, pares. Con el manual. Dejándose buenas opciones, jugando serio, concentrado y metido en la faena. En el 10 llegó el único tropiezo del día, pero actuó como resorte para ganar el torneo. Aquí llegó la estocada final. Dos birdies espléndidos en los hoyo 11 y 12 con dos tirazos, un par en el 13 que no fue birdie de milagro y un birdie más en el 14 con un putt soberbio de unos seis metros. Ganando el torneo dónde y cuándo se ganan los torneos. Como viene haciendo toda la vida.
La puntilla fue el hoyo 15. Aquí tuvo suerte. Innegable. Falló el drive mucho más a la derecha de lo que pretendía. La bola botó a medio metro del fuera de límites con la suerte de que en ese punto el peralte del monte estaba dibujado hacia la calle, por lo que le metió la bola dentro. Si da el bote un metro más a la izquierda o a la derecha, habría estado perdida.
No obstante, Pablo puso de manifiesto una vez más que la suerte es para quien la trabaja, para quien se la cree y para quien la aprovecha. Desde ahí, se sacó un birdie estraosférico. Colocó la bola en calle en una zona de seguridad y su tercer golpe fue grandioso. A un palmo del hoyo. Birdie en el par 5 y torneo sentenciado. Dejó sin respuesta a Helligkilde, MacIntyre, Jamieson o Park, los cuatro que más pelearon el triunfo en los últimos partidos. Los tres últimos hoyos fueron coser y cantar. La octava de Pablo. De profesión, ganador.
Un grandísimo Jorge Campillo (-9) acabó en la tercera posición con una tarjeta final espectacular de 65 golpes. Una extraordinaria ronda de golf, de las tres mejores de su carrera, según aseguraba a Ten Golf. Sólo metió dos putts de cinco-seis metros y se dejó por el camino hasta cuatro opciones buenísimas de menos de dos metros. Una exhibición. De hecho fue líder en la casa club durante mucho tiempo, hasta que llegó Helligkilde en el penúltimo partido del día.
Y la armada, bullendo, bullendo…