«No me acordaba ya de la última vez que jugué así», explicaba con sencillez y alivio José Manuel Lara (-4) después de entregar un 66 de enorme valor en El Prat, seis menos en el día, para cerrar su participación en el Open de España instalado en el top-ten y, por tanto, con una plaza bien ganada en el Irish Open dentro de dos semanas. No es cuestión despreciable para un jugador que no tiene ahora mismo los derechos de juego y que necesita exprimir al máximo cualquier oportunidad.
En diciembre de 2013, hace pues año y medio, el valenciano firmaba una tarjeta de 65 en la tercera ronda de Hong Kong, aunque aquel parcial fuera de cinco menos. Desde entonces hasta hoy Lara ha sufrido una barbaridad porque no encontraba el modo de hacer resultado. Hasta el punto de rozar peligrosamente una espiral casi depresiva y, desde luego, desmotivadora. Le quedaban muy poquitas ganas de seguir entrenándose…
Pero decidió darse una penúltima oportunidad y hace un par de meses se vino a vivir a Barcelona para poder entrenarse a diario con algunos compañeros, recuperando enseguida las ganas y la energía para trabajar. Este domingo el esfuerzo ha dado frutos.
Lara finalizaba su vuelta con tres birdies, con mención especial para el del 17. Allí tuvo que sacar toda su magia para lanzar un chipecito maravilloso, pegando casi de espaldas al hoyo para dejar la bola prácticamente muerta en la cima de una lomita del green y que desde allí bajara lentamente hacia le objetivo. Rememorando el famoso birdie de Tiger en el 16 del Augusta National, la bola de Lara entraba al hoyo exactamente del mismo modo, en la última media vuelta y tras una pausa que hizo eterna la incertidumbre. «Si esto lo hacen Tiger o McIlroy da la vuelta al mundo», le dijo Matthew Nixon», su compañero de partido, que casi celebró el birdie como si hubiera sido suyo.
