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Sufriendo y de uno en uno…

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Un día crudo para el golf español. Duro. Un torneo ciertamente enrevesado para la Armada, que ha visto cómo sólo 9 de sus 26 representantes han pasado el corte…

Por el camino se han quedado, además, opciones ilustres, nombres brillantes, jugadores de peso… García, Jiménez, Alejandro Cañizares, Cabrera Bello o Carlos del Moral, entre otros. Un varapalo, qué duda cabe.

Un buen ejemplo de lo costoso de la jornada ha sido el esfuerzo ímprobo de Gonzalo Fernández Castaño para seguir adelante. Todo el mundo le pasaba la mano por el lomo esta semana, como diciéndole: “no te preocupes, es normal que no estés en lo que hay que estar porque esta semana es la de tu torneo y tienes que estar a mil cosas…”.

“No quería que sirviera de excusa eso de jugar mal por organizar torneos… No es así, cuando estamos ahí en el campo es igual para todos”, dice.

Y el caso es que después de bogar y bogar al final todo pudo irse al traste en el hoyo 18. El madrileño enviaba su driver a la carpa de hospitalidad que está cerca del green. Literalmente puso la bola encima de la carpa. ¿Rebotó o se quedó en la carpa? Precisamente ahí comenzaba el lío. Lo explicaba el propio Gonzalo: “yo tenías la certeza de que la bola había caído ahí, y más cuando un Marshall me lo confirmaba. Así que no quería empezar a buscar la bola alrededor de la carpa para que no se pudiera interpretar que no estaba seguro, porque yo sabía que yendo a la carpa la bola podía dropar sin penalidad a la izquierda, con salida hacia el green. Consulté con Andy McPhee (jefe árbitro del torneo) y nos pusimos a buscar la bola por los techos de la carpa y en la zona del aire acondicionado. Después, las imágenes de televisión confirmaban que la bola había llegado hasta el techo de la carpa”.

El caso es que pudo dropar sin penalidad. Sin embargo, el approach fue deficiente y se dejó un tercer tiro a green terrorífico. Un doble bogey podía cercenar el esfuerzo de todo el día (seis birdies y un único bogey en el hoyo 4). Pero ni siquiera Mickelson habría dado un globo tan ajustado y certero como el suyo, para finalmente cerrar el par con un buen putt de un metro cuesta abajo.