Tendemos a confundir, por desgracia, la bonhomía con la fragilidad de carácter. La timidez con el apocamiento…
Álvaro Velasco es fundamentalmente una buena persona. Sencillo y tímido. Pero tras esa permanente sonrisa esconde una personalidad bien fraguada. Hombre de principios e ideas claras.
No en vano, Velasco es un jugador de golf autodidacta. “Me gusta sentir mis propios movimientos, no adaptarme a un modo concreto de juego y de swing que a lo mejor no va conmigo. Me gusta jugar a mi modo, con mis movimientos naturales, y a mi modo voy también realizando los ajustes que creo necesarios”, explica.
Nacido en una familia sin especiales ligaduras al golf, ha tenido un buen puñado de profesores desde que comenzara a jugar con seis años de edad. De todos ellos ha ido tomando buena nota y forjando su particular libreta. “No tengo un entrenador concreto. Voy a lo mío, aunque todo lo que sé lo he ido aprendiendo de todos los profesores. Soy hombre de pocos cambios. No me gusta tener demasiados pensamientos técnicos en mi cabeza. Conozco bien mi swing y trabajo sobre él. De momento no pienso cambiar mi modo de trabajo, aunque si viera que necesito dar un paso más para seguir avanzando en el cumplimiento de mis objetivos, lo valoraría”.
Esos objetivos no son cualquier cosa. “A largo plazo quiero estar entre los cincuenta primeros del mundo. Estoy lejos, lo sé, pero quiero ir cumpliendo etapas”. A sus 29 años todavía tiene tiempo y margen de mejora. De momento, el año 2010 nos deja un Velasco más hecho y preparado para retos más importantes.
El barcelonés sí consulta algunos manuales concretos. Le gusta especialmente Dave Peltz, uno de los grandes ‘gurús’ norteamericanos. Peltz suele ilustrar sus lecciones y consejos con números concretos y porcentajes exactos. “Él es muy estudioso, muy concreto. Realiza trabajo de campo y te demuestra con números concretos la validez de determinados entrenamientos o ejercicios. A mí me da confianza toda esa base científica y he leído libros suyos. Me ayudan”.
