Inicio Grandes Circuitos DP World Tour Los tiempos cambian, pero siempre habrá tipos duros como Tyrrell Hatton

Los tiempos cambian, pero siempre habrá tipos duros como Tyrrell Hatton

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Tyrrell Hatton posa con el trofeo de ganador del Turkish Airlines Open. © Golffile | Phil Inglis
Tyrrell Hatton posa con el trofeo de ganador del Turkish Airlines Open. © Golffile | Phil Inglis

Tyrrell Hatton (-20) ha entrado en el exclusivo club de los jugadores que han ganado más de un torneo de las Rolex Series (tiene ya dos) tras llevarse el Turkish Airlines Open en una última jornada dramática, única y maratoniana. El inglés se imponía en el cuarto hoyo de un desempate que comenzaba jugando ante otros cinco rivales (Schwab, Perez, Hebert, Van Rooyen y Kitayama), ahí es nada, y terminaba rematándolo en la última estación ante Matthias Schwab, una vez fueron cayendo los demás, el joven austriaco que siete horas antes había salido a jugar la ronda definitiva con tres golpes de ventaja y que en el último suspiro erraba un putt de algo más de un metro para claudicar ante Hatton.

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Los tiempos cambian que da gusto y nada como este torneo para confirmarlo de un modo u otro. Por ejemplo: por primera vez el ganador se iba a llevar un cheque de dos millones de dólares en un torneo del circuito europeo. Además: los últimos dos hoyos de desempate se iban a jugar al cobijo y calor de la luz eléctrica, gracias a los postes que cubren todo el hoyo 18 del Montgomerie Maxx Royal, puesto que el sol ya se había escondido, que bastante generoso había sido ya durante toda la semana. ¿Cambian o no cambian los tiempos? ¿Llegará el día, allá por el 2220, en que el Augusta National se halle dentro de una burbuja, gaseosa pero impenetrable, capaz de producir y provocar a capricho cualquier accidente meteorológico, sea viento, agua, nivel de humedad o temperatura?

Pero, más allá de lo peculiar de la cita y de lo estrambótico que resulta asistir a un desempate a seis bandas, fruto de una última jornada realmente emocionante, en la que bien pudo colarse algún jugador más en el play off, más allá de este hecho inusual, también hay verdades que son y serán inmutables en el deporte de alto nivel, ya sea en 2019 o en el 2220: a río revuelto, ganancia del ‘killer’. Y el más ‘killer’ de los seis elegidos era Hatton. Corre sangre Ryder por sus venas y se nota (y más que va a correr a este paso, puesto que acaba de colocarse divinamente en el equipo europeo de 2020).

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La muestra definitiva de la forja del inglés nos la brinda lo acaecido en el primero de los hoyos de play off. Estaba Hatton casi deshauciado, dispuesto a pegar a la desesperada el cuarto golpe desde fuera del green (recordemos, el 18 es un par 5), pero tiraba un chipecito magnífico y la embocaba por todo el centro para hacer birdie y mantenerse vivo. Así son las cosas y así las gastan los ‘killers’: un birdie donde ni siquiera el par estaba garantizado. Aquello olía que apestaba a Match Play puro y duro, y en tal tesitura los tipos como Hatton son capaces de apretar los dientes hasta casi reventarse las muelas. El inglés, a la desesperada, no es un buen socio…

Matthias Schwab durante la jornada final en Montgomerie Maxx Royal. © Golffile | Phil Inglis
Matthias Schwab durante la jornada final en Montgomerie Maxx Royal. © Golffile | Phil Inglis

En el último recodo del camino se quedaba Schwab, el joven austriaco que realmente ha tenido en su mano romper con la única atadura que le impide la entrada al olimpo: la falta de instinto asesino. Tiene madera de extraordinario jugador y el asunto viene de lejos: con quince añitos ya estaba jugando invitado el Open de Austria (año 2010), pasando el corte con absoluta naturalidad y suficiencia. Pero le cuesta llevarse el gato al agua: en su etapa universitaria en Varderbilt (Nashville, Tennessee) dejó huella y registros históricos de media de golpes, pero sólo llegó a ganar un torneo en cuatro años; luego, tampoco ganaría en el Challenge Tour y ahora anda detrás de un triunfo que se le resiste en la primera división. Cada vez parece más cerca de reventar el dique, de superar el trauma, y entonces quizá haya que sacar el paraguas, porque capacidades le sobran.

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Jorge Campillo (-11) ha sido finalmente el mejor español tras cerrar el torneo con una tarjeta de 70 golpes, lejos del maravilloso torbellino de emociones y alternativas que se organizaba y desorganizaba a lo largo de toda la jornada en lo alto de la clasificación, donde por momentos también entraban o salían de las quinielas, además de los seis citados, tipos como Westwood, Ross Fisher, Reed o Macintyre.

Álvaro Quirós (-2), por su parte, en una notable remontada final (tarjeta de 68 golpes) conseguía confirmar en el último momento su presencia en el Nedbank de la próxima semana, objetivo que sin embargo no ha conseguido Adrián Otaegui (-2).

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