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Marcelo Modesto dirige una escuela única en Ciudad de Dios

El golf en las favelas de Río como proyecto de vida y de futuro

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Lo sábados no hay colegio y los niños de la favela de Ciudad de Dios, en Río de Janeiro, salen a la calle a jugar al fútbol en calles de tierra o simulan ser policías y ladrones en un lugar repleto de peligros. Sus padres, mientras, los vigilan, con el objetivo de que no sean captados por los traficantes de drogas que buscan ‘mulas’ y ‘camellos’ en las zonas más pobres de Brasil.

Pero además de los padres, hay otra persona muy pendiente de los chicos más jóvenes. Se llama Marcelo Modesto, nació en una Ciudad de Dios mucho más tranquila que la de la famosa película de 2002. Y su objetivo es conseguir sacar a los chicos de las calles de las favelas convirtiéndolos en profesionales de un deporte que para muchos brasileños es considerado como elitista o exclusivo de los blancos.

Caddie durante cuatro décadas, Modesto, de 54 años de edad, ha abierto un centro de entrenamiento de golf en una de las zonas más peligrosas de la favela. Sin financiación pública o privada, por pura pasión por el deporte, logrando atraer a 100 niños con la esperanza de que alguno encuentre en el golf el mejor camino para labrarse un futuro mejor.

El campo de entrenamiento de Ciudad de Dios apenas tiene 150 metros cuadrados, menos que el tamaño de un green. Pero consigue llenarse de niños, en su mayoría negros, que practican con palos y bolas donados. En lugar de apuntar hacia hoyos lo hacen hacia cubos. Y para calentar, balancean palos de madera. Aunque por más intenso que sea su entrenamiento, permanecen siempre atento a cualquier sonido de disparos que se produzca.

«Tengo amigos que murieron, otros fueron encarcelados… No tuvieron oportunidades como la que he tenido yo con el golf», confiesa Modesto a Associated Press durante una de sus clases tras su turno de trabajo como vigilante nocturno. «Una vez que tienes la bola y comienzas a practicar el swing, te enamoras de este deporte. También le pasa a estos niños», confiesa.

Modesto vio el golf como una buena idea para los chicos de Ciudad de Dios. Cuando tenía 20 años y acababa de dejar el Ejército, los delincuentes de la zona pensaron en él como un posible ‘activo’. Sabía pelear, disparar y tenía conexión con las favelas. «Fue estremecedor», recuerda. Pero una invitación para trabajar en un club de golf cambió su vida.

«Estoy muy agradecido con el golf. Fue como una segunda familia para mí. Los miembros del club eran como el padre que nunca tuve. Aprendí a hablar bien, crecí como persona, conseguí ropa de los miembros del club… ¡incluso salí con las chicas más guapas de por aquí! me convertí en una referencia», recuerda.

Modesto ahora espera extender esta bella iniciativa a otras favelas de Río para que al menos 60 años puedan ir al campo de golf de los Juegos Olímpicos de 2016 en febrero para dar clases y comer. Ya hay dos seleccionados. Uno de ellos es Ray de Souza Teixeira, de 13 años, que confía en que se convertirá en un golfista profesional y que pudo jugar en el campo olímpico: «Nadie me había dicho que esto existía en Brasil, sólo los ricos lo sabían. Me encantaría jugar un torneo profesional y ganar para sacar a mi familia de la favela, la vida allí es muy difícil».

«Siempre que escucho disparos, alguien muere. Siempre que hay una redada policial, alguien muere. Es muy malo cuando hay redadas porque después también hay protestas… Por suerte, ahora tengo una alegría nueva con el golf», desvela.

El campo olímpico ha tenido poco movimiento desde los Juegos. En Brasil sólo hay 20.000 jugadores federados y desde las olimpiadas tampoco ha cambiado mucho la cifra. Aunque esto tampoco le importa mucho a Leijane Silva, de 50 años, voluntaria en el proyecto de golf de Ciudad de Dios, donde lleva a su hija, Sofía: «Sólo quiero que los chicos estén fuera de las calles. Aquí desarrollan otro punto de vista, entienden el deporte».

Jack Correa, vicepresidente del campo de golf olímpico de Río, cree además que los chicos no se sentirán frustrados si no logran su sueño de ser profesionales porque esta iniciativa les ayudará a conocer otras actividades relacionadas con el golf: «Más del 80% de nuestros asociados son excaddies. La burbuja estalló… Los Juegos hicieron avanzar el deporte, ahora cualquiera puede jugarlo».

Modesto cree también que este proyecto puede mejorar la opinión de muchos brasileños sobre los niños que vienen de Ciudad de Dios. «El golf era la luz al final del túnel para mí. Espero que sea igual para algunos de estos chicos. A la gente que viene aquí le digo en broma que tendrán que buscar trabajadores en otro sitio en el futuro porque los chicos de Ciudad de Dios estarán demasiado ocupados con el deporte». Una historia solidaria de un gran tipo.