El 65 de Matt Wallace (-7) ha valido finalmente el liderato tras la primera jornada del BMW PGA Championship. Se veía que el resultado tempranero del inglés iba a ser poco menos que insuperable, pero estaba por certificar si alguno de los morlacos que venían jugando por la tarde era capaz al menos de igualarlo. Porque había donde elegir. En este torneo, esta semana, hay mucho y bueno donde escoger: Justin Rose (-5), Paul Casey (-4), Jon Rahm (-6)…
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A Jon, por ejemplo, sólo le faltaba embocar su putt de eagle en el 18 para haber llegado a lo más alto de la tabla. A Casey, que probablemente estaba siendo el mejor jugador en el campo, le sobraba una liada inesperada en ese mismo hoyo, donde cerraba con un doble bogey tras irse al agua desde la arena.
El español se estrenaba hoy en competición en el recorrido Oeste de Wentworth, pero no lo parecía. Mucho menos cuando se examinan algunas cifras. Por ejemplo, esos 16 greenes cogidos en regulación… O quizá sea que su golf es tan poderoso que está por encima de según qué cosas. Eso va a ser.
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Cuando de verdad se le calentó el putter, que fue en el último tercio de la vuelta, al de Barrika ya no había quien lo parara (cuatro birdies por los últimos cinco hoyos, el primero de ellos, el que abría la veda, en el 14 desde unos siete metros y medio). Y su fantástico disparo a green en la calle del 18, después de haber salido con madera 3, con un hierro largo en las manos, para dejarse una opción de eagle de unos cuatro metros, no era más que el doble mortal con tirabuzón de su excelsa confianza. Si él se siente a gusto, raro es el golpe que ve como imposible.
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El indiscutible Rey de las Rolex Series vuelve a ser referencia, de nuevo marca los tiempos. Seguro que todavía le quedan unas cuantas emboscadas que resolver o gestionar en Wentworth, un campo donde resulta muy sencillo enredarse y perder el paso, pero el arranque de Jon Rahm es algo más que un serio aviso.
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¿Qué es lo que tiene el joven vasco con estos torneos de las Rolex Series? ¿Por qué se le dan tan extraordinariamente bien? Antes de nada, es cierto, conviene recordar una obviedad: quedan por delante 54 hoyos; hoy está a un solo golpe del líder, pero ni siquiera su poderoso arranque o sus más que contrastadas capacidades garantizan nada. Por lo demás, el jugador tampoco es capaz de explicarlo y acaba optando por la solución más sencilla: “yo diría que mi buen rendimiento en estos torneos es más una casualidad que cualquier otra cosa”, explicaba hoy al finalizar la ronda.
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No le falta razón, es posible que sólo sea eso, una casualidad. Pero quizá, si jugamos con las palabras, se pueda hablar también de causalidad, la relación entre la causa y el efecto. La causa: un excelente jugador de golf; el efecto: unos excelentes resultados. Sin más. Al fin y al cabo, sea Rolex Series o no lo sea, lo difícil es encontrar los escenarios, el formato o la competición donde no se las ingenie para destacar.
