Puede que la diferencia entre un jugador como Thomas Pieters (-19), flamante ganador del Portugal Masters, y otro como Matthieu Pavon (-17) sea que el segundo, jugándose el torneo, se va al agua en el hoyo 17, 71 del torneo, tratando de cazar de dos el green en este par 5, mientras que el primero se fabrica una notable opción de eagle y apalabra el birdie. Es, por supuesto, un análisis groseramente ventajista y seguramente injusto con el francés, pero todos sabemos que algo tiene de verdad. Al fin y al cabo, si algo distingue a los que son muy buenos de los que solamente son buenos, es su capacidad de mantener e incluso elevar el nivel en la hora de los cuchillos largos. A lo mejor también por eso el belga abrochaba la victoria embocando un putt para salvar el par desde unos seis metros en el hoyo 18…
Pieters es el quinto componente del equipo europeo de la Ryder de 2016 que gana en las últimas semanas. Desde que Europa cayera goleada en Whistling Straits. Mucho ojo: sólo han pasado seis semanas y en este escaso tiempo han cantado victoria Danny Willett, Rory McIlroy, Rafa Cabrera Bello, Matt Fitzpatrick y ahora Thomas Pieters. ¿Y por que irse a mirar precisamente ese equipo de 2016? Pues porque si algo necesita la escuadra continental es que su ‘generación intermedia’, ni muy jóvenes ni todavía grandes veteranos, aporte. Ahora sólo falta que se unan Kaymer, también presente en 2016, o Thorbjorn Olesen, que estuvo en la de 2018.
Hacía ya más de dos años que Pieters no ganaba y se le habrán hecho largos. Pero está de vuelta y más maduro. Es lo que tienen las etapas gris marengo, que a la larga pueden hacer mucho bien si se toma buena nota y se aprenden las lecciones. Como quiera que el belga sólo tiene 29 años, cabe esperar casi cualquier cosa de él. Esta semana, en Portugal, ha estado de notable o notable alto en todas las parcelas del juego, sin excepción. No hay ni una sola en la que no aparezca entre los mejores. Una apisonadora. Pero hay que ver de qué manera terminaba la faena en los greenes: en el 16, par 3, salvaba el par desde unos dos metros; en el 17 a punto estaba de convertir el eagle desde unos cinco; y en el 18, como ya se apuntaba, salvaba el par desde unos seis metros.
No hacía tanto, sin embargo, que Nicolai Hojgaard (-17) estrenaba su palmarés victorioso, y hoy no ha estado tan lejos de dar la campanada, puesto que firmaba la mejor tarjeta del domingo, un 64 que de nuevo nos recuerda de qué tipo de jugadores estamos hablando cuando lo hacemos de los hermanos gemelos Hojgaard. Lo tienen todo. A Nicolai sólo le ha sobrado hoy el bogey final en el 18, porque hasta ese momento su cabalgada había sido limpia, potente, profunda y sostenida. Su hermano Rasmus, que hasta hoy era el más avanzado (tres victorias suma ya el angelito), ha cumplido con la tradición que tienen los gemelos: cuando coinciden en un torneo y uno de los dos brilla, el otro no termina de hacerlo bien, o incluso falla el corte. Nunca han coincidido en un top ten, por ejemplo, y esta semana tampoco ha podido ser, pero asistiremos al día en el que los dos anden jugándose la victoria, incluso juntos en el partido estelar, por qué no. Al tiempo.
