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Willett fue el mejor en una batalla de titanes

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Danny Willett posa con el trofeo de campeón del BMW PGA Championship de Wentworth el año pasado. (© Golffile | Thos Caffrey)

Jon Rahm (-17) no ha perdido el BMW PGA Championship. Lo ha ganado Danny Willett (-20). Parece un postulado simple, pero no siempre ocurre en el deporte y mucho menos en golf. No son pocos los torneos que uno se encuentra mientras pasaba por allí, aprovechando el descalabro de otro. Pero eso no ha sido lo que ha sucedido hoy en Wentworth. Rahm y Willett han librado una batalla de titanes y el inglés se ha llevado el gato al agua porque ha sido mejor, ha pegado tiros más determinantes en momentos clave y también ha tenido la suerte de su lado cuando ha hecho falta. Que todo cuenta.

El duelo entre los dos ha sido fantástico y ha tenido al público de Wentworth con los dientes apretados hasta el pitido final. Ha sido un mano a mano porque ninguno desde atrás llegó ni siquiera a amenazar con meterse en la pelea. No lo permitieron ellos, jugando mucho y bien desde el principio, cometiendo pocos errores y logrando los birdies necesarios para mandar un mensaje claro al resto: esto hoy es cosa nuestra.

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Willett golpeaba primero con dos birdies en los hoyos 2 y 3. Quizá, aunque aún era pronto, ahí ha estado una de las claves de la batalla de hoy. El inglés ha empezado más agresivo, pegando hierros más afilados a las banderas, dejándolas más cerca que Jon. El de Barrika llevaba una estrategia similar a la de Irlanda. El objetivo era cometer pocos o ningún error, mantenerse vivo y coleando en los nueve primeros hoyos y ‘cambiar de ritmo’ en el tramo final, cuando se deciden los torneos. Se echó en falta en estos primeros hoyos algún hierro con más mordiente. Jugó de libro, excelso desde el tee y cazando un green tras otro, pero tirando siempre putts de entre cinco y nueve metros. Se pueden meter, pero no es fácil.

Willett, mientras tanto, estaba más irregular que Jon. Fallaba alguna salida, se metía en algún problemilla, pero también pegaba algún que otro tiro soberano, como en el ocho o en el 10. El inglés dio primero y después supo controlar. Desde luego, siempre estuvo por delante.

VÍDEO: El estratosférico bogey de Willett, clave en su triunfo en Wentworth

Jon aguardaba paciente su momento, consciente de que las últimas jornadas son muy largas. En el 10 sacaron ambos dos birdies muy valiosos, especialmente el español que pateaba desde más lejos. Y entonces llegó uno de los momentos clave de la vuelta. El hoyo 11.

Willett falló con estrépito la salida y acabó a la derecha, muy lejos de la calle y en la hierba alta. Falló el segundo golpe tratando de volver al fairway. Acabó en unas matas horribles de hierbas y flores y desde ahí apenas la pudo mover unos metros para acabar en el búnker de calle. Pegaba su cuarto golpe… Par 4. Desde el búnker. El asunto olía como mínimo a doble bogey.

Su golpe desde la arena fue muy bueno, alcanzó el green, pero la bola aún se quedó muy lejos de la bandera. Tenía un putt de bogey de unos doce metros. Se le abría la puerta a Jon para empatar el duelo. Aquí fue donde apareció el momento de fortuna. Willett embocó el tubo y salió con un bogey que sabía a birdie. Mantenía la ventaja aunque fuera sólo con un golpe de margen.’

Rahm, por entonces, ya había decidido hacer el ‘cambio de ritmo’ y empezó a jugar más agresivo. El hoyo 12 fue otro momento clave. La bandera tenía mucha guasa, en la parte frontal de green y con una pared por delante que mandaba a veinte metros cualquier bola que se quedara corta… Eso le pasó a Jon. No coronó, la pelota cayó y desde ahí no pudo salvar el par… Su putt tocó el borde del hoyo, pero no entró. Willett no hacía birdie, pero volvían los dos golpes de ventaja.

VÍDEO: La dolorosa corbata que hizo a Jon jurar en arameo…

Jon jugó un hoyo 13 de libro y sacó un birdie estratosférico para colocarse a uno. Ahora sí era una lucha de pesos pesados a ver quién pegaba el golpe más certero, más ajustado, más sublime. Rahm lo buscó en el 14, pero no le salió. La bola se quedó un metro corta. Era seguramente la bandera más difícil del día junto a la del 12. Había que cuadrar el golpe para dejarla en su plataforma. Un metro corto y terminaba en el búnker, dos largo y se iba a ocho o nueve metros. Jon se quedó un metro corto y terminó en la arena con una sacada imposible. Willett, que pegaba detrás, optó por la opción conservadora y puso la bola a ocho metros. Son detalles. Momentos que cambian la suerte de un torneo.

El inglés se volvía a ir de dos y quedaban cuatro hoyos. Rahm puso toda la raza y el coraje que tiene. Lo intentó de todas las maneras, pero ya estaba jugando a la contra. En el hoyo 15, otro hueso de Wentworth, se fue a por la bandera y se pasó por un metro. Tuvo que hacer una gran recuperación para salvar el par, pero sabía que así ya no presionaba a Willett.

Y el último momento clave llegó en el 16. Rahm aún tenía una bala guardada en la recámara. Si hacía birdie se ponía a uno con los dos pares 5 por delante, todo podía ocurrir. Jugó un hoyo de manual, pero su putt, desde uno seis metros, realizó una corbata inhumana… Jon no daba crédito y Willett respiraba.

Después, el inglés jugó los dos pares 5 de maravilla y no dio ninguna opción. Consiguió dos birdies con opción de eagle en ambos. Rahm, a la desesperada, se iba al agua en el 18 y aún así salvaba un par espectacular para acabar segundo en solitario.

Hay que ponerse de pie y aplaudir por la sensacional batalla de golf que han dado hoy Willett y Rahm. Uno piensa en lo que ha visto hoy y se los imagina dentro de un año en la Ryder jugando incluso juntos y es para frotarse las manos. Queda mucho, todo puede pasar, pero viendo lo de hoy, no suena nada mal…

Rahm vuelve a demostrar que es un jugador enorme, grandioso. Desde el tee ha ofrecido una exhibición, pero sin tener su mejor semana de hierros ha sido capaz de llegar con opciones de victoria hasta el final. Sus números en los torneos Rolex Series siguen siendo galácticos. Ha jugado nueve, ha ganado tres, ha hecho siete top 5 y su peor resultado es 15º. Impresionante.

Willett, por su parte, ha sacado otra vez hoy la varita de jugador especial. Es un golfista distinto. Pertenece a la estirpe de los grandes campeones porque cuanto mayor es la presión, más cómodo se siente. Es capaz de sacar su mejor golf cuando el noventa por ciento se arruga. Por eso su palmarés dice lo que dice: Masters, Final de Dubai o BMW PGA Championship. Tres de sus siete victorias. Tres de los mejores torneos que existen. Es un golfista extraordinario cuando consigue jugar con la intensidad de hoy. Lo tiene todo: pegada, hierros, un juego corto sublime y un putt determinante… Y encima se lo pasa bien. Ojalá tenga una espina clavada por su Ryder Cup en Hazeltine y podamos verlo a su mejor nivel en Whistling Straits. Este Willett, el de hoy, o el de Augusta, o el de la Final de Dubai, puede mirar de frente y tumbar a cualquiera que se le ponga por delante… Incluso a un fantástico Jon Rahm.

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