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La inspiradora historia del primer golfista de Zambia que logra ser pro en América

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Vincent Kabaso
Vincent Kabaso

Vincent Kabaso creció en Luanshya, un pequeño pueblo de Zambia. Su padre trabajaba en una mina de cobre que tenía campo de golf. Le dieron unos palos para practicar e intentó que sus seis hijos probaran. Pero Vincent fue el único que mostró interés real por el juego. A los nueve años, cuando llegó al club de Roan Antelope, descubrió un mundo diferente al que conocía.

La mayoría de niños de su edad jugaban a cazar ratones con el tirachinas o a pescar en el río con las manos. Pero él caminaba todos los días hasta el campo de golf para practicar, cuando salía de la escuela. Su padre pasaba a recogerlo cuando terminaba la jornada laboral, y los dos esperaban a que algún amigo les llevara a casa, porque no tenían coche y cruzar el bosque por la noche parecía peligroso.

Vincent no dio nunca clases de golf. Tenía un swing muy particular y se las apañó para jugar durante casi toda su adolescencia con una madera Slazenger de 1985. Sufrió decepciones, frenazos en su evolución, dudas… pero siguió practicando. Se convirtió en hándicap cero, ganó el campeonato junior de su país, para menores de 15 años, y representó a Zambia en el equipo nacional a los 16.

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Le dijo a todos en su casa que soñaba con ser profesional del golf. Su madre no sabía ni lo que significaba eso. Y su padre creyó que era una forma de desafiar su situación, en la que buscaba alguna manera de salir de Zambia. Vincent veía torneos de la BBC todos los días, apuntaba el nombre de los periodistas que los retransmitían y les escribía cartas contándoles su deseo de jugar al golf a nivel internacional.

Las metía en un sobre y las echaba al correo, pero siempre sin dirección. Ni siquiera sabía cómo funcionaba el sistema postal. Sólo esperaba que sus cartas llegaran alguna vez a manos de alguien que pudiera ayudarle a cumplir su sueño. Mandó más de 500, no había nada más importante para él que poder algún día dedicarse a jugar al golf, costara lo que costara.

Dos años después, sorprendentemente, alguien respondió a una de sus cartas. La PGA británica le escribió recomendándole que se postulara para una beca educativa de la R&A. Lo hizo y fue aceptado en el Bridgwater College, en Inglaterra. Ahora venía lo más difícil: necesitaba conseguir los 3.000 euros que costaba la matrícula, dinero que su familia no tenía. Su padre pidió un crédito para comprarle el billete de avión y su madre le dio 600 dólares, todo el dinero que tenía ahorrado.

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Vincent se presentó en Inglaterra con un guante de golf como único material. La escuela tuvo que ayudarle con el alquiler de palos y zapatos para jugar al golf. Tres semanas después, aún debía el resto de la matrícula, pero seguía sin tener el dinero. Hasta que el jefe de golf de la escuela, Jonathan MacDonald, le ayudó a encontrar un lugar mejor para vivir y un trabajo en la cafetería de la escuela.

El joven golfista de Zambia escribió una carta a la R&A contándoles su nueva situación. Y se encontró con otra agradable sorpresa: aumentaron en 1.000 euros su beca y le regalaron una bolsa de palos nuevos. A finales del semestre la situación ya no dio más de sí y no pudo seguir pagando su formación. Pero su deseo de convertirse en golfista profesional le llevó a marcarse al Elmwood College de Escocia, donde le habían aceptado.

Jonathan, conocedor de su delicada situación financiera, le envió un cheque por valor de 2.000 euros y le regaló el billete del vuelo a Glasgow. Ya tenía vía libre. Allí pasó un año más de formación, antes de regresar a Zambia, de nuevo con dificultades económicas. Y ya en su país, empezó a trabajar en el Nchanga Golf Club, llegando incluso a convertirse en su gerente. Era un buen trabajo, aunque no el que había soñado de pequeño.

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Un día buscó ‘cómo convertirse en profesional de la PGA de América‘. Encontró programas profesionales de gestión de golf y solicitó varios. La Universidad Metodista de Fayetteville, en Carolina del Norte, le aceptó y le ofreció una beca. Aunque tenía que hacerse cargo de la mitad de su matrícula. Pero eso nunca había sido un obstáculo para él…

Vincent lo vendió todo: su coche, muebles, ropa… Consiguió unos 5.000 dólares del total de 40.000 que costaba su nueva aventura. En becas y subvenciones le daban 8.000 dólares. Su tío Reuben le ayudó con otros 5.000 dólares y el CEO de la mina propietaria del Nchanga Golf Club le pagó el vuelo hasta Estados Unidos.

Al principio, todo apuntaba a que su etapa en Carolina del Norte también se vería interrumpida antes o después por los problemas de dinero. El negocio de su tío atravesó un momento de dificultad y no pudo seguir ayudándole, por lo que tuvo que volver a dejar su programa. Necesitaba un trabajo cuanto antes para pagar deudas o tendría serios problemas…

Pero de nuevo la vida volvió a darle una oportunidad. Esta vez, gracias a Hannah, una mujer a la que conoció en su primer mes en Estados Unidos, en el grupo con el que iba a la iglesia. Ella le animó a seguir intentándolo, a no rendirse. Así fue cómo envió solicitudes para todas las ofertas de trabajo disponibles en la web de la PGA hasta que recibió una llamada del New Haven Country Club

Bill Wallis, jefe de profesionales, no sólo le ofreció un trabajo como asistente sino que le permitía quedarse en la casa del club y le ayudaba a pagar su certificación como profesional de la PGA. Parecía un milagro. Así que no se lo pensó dos veces y voló directo hacia New Haven…

Ese mismo invierno, Vincent le propuso matrimonio a Hannah, con la que se casó al año siguiente, en 2015. Hanna trabaja en las Fuerzas Aéreas y fue trasladada a Nueva Jersey. Para estar más cerca de ella, Vincent ejerce ahora como profesor profesional en el Laurel Creek Country Club de Mount Laurel, en Nueva Jersey, estado en el que nació su primera hija, JoAnna Zawadi, hace un año, justo después de que Vincent lograra el estados de profesional de la PGA de América.

Para Vincent era difícil expresar con palabras toda la ayuda que ha ido teniendo para cumplir su sueño. Así que decidió crear la fundación ‘Criado por el Mundo‘ para poder ayudar a otros jóvenes que no encuentran la ayuda que él tuvo en su momento. Ahora está volcado en Oswald, un niño que está pudiendo estudiar en una escuela privada gracias a su fundación. Lo conoció en Nchanga, cuando trabajó allí, y se dio cuenta de que había algo diferente en él. Como le pasó a él mismo…