En el Royal Golf Dar Es Salam nadie daba crédito: ¿alguien realmente podía haber firmado un 65, siete menos, en semejante día de perros, con lluvia constante, horas y horas, acompañada de un viento traicionero e ilegible, cambiante y racheado?
Existía en efecto ese alguien y era Nuria Iturrios (-11), flamante y arrebatadora ganadora de la Lalla Meryem Cup, sin duda uno de los torneos más importantes del calendario regular del Ladies European Tour. La joven mallorquina de 20 años, que se paso a profesional el pasado mes de septiembre, ha dado una auténtica lección de cómo debe afrontarse una jornada tan complicada. Para empezar, con una sonrisa…
Porque así se le ha visto desde el inicio de la ronda. Casi riendo, en ocasiones, más que sonriendo. Buena parte de culpa de esta actitud tan positiva es de su entrenador, José Luis Palacios, profesional de Son Servera, club en el que ambos pasan horas y horas trabajando. No es extraño que a él le haya dedicado su primer gran triunfo como profesional. Palacios ha estado aquí en Rabat llevando la bolsa de la jugadora y la conexión y complicidad que existe entre ambos, unido al gran momento de juego de Iturrios, han terminado por aniquilar cualquier resistencia, incluyendo la de la inglesa Florentyna Parker (-5), que salía como líder en la última ronda y se veía arrollada por el ciclón balear, acabando en segunda posición, pero a seis golpes de la ganadora.
Hay que poner en perspectiva el logro de Iturrios, no solo por su juventud y por el hecho de llevar apenas ocho meses como profesional. La historia del Ladies European Tour arranca en 1979 y en sus 37 años de trayectoria sólo trece jugadoras españolas habían conseguido hasta hoy ganar algún torneo. Nuria es por tanto la Número 14 del exclusivo club y recoge el testigo de Carlota Ciganda, que fue la Número 13, aunque la última que ganó un torneo del LET fue Azahara Muñoz, hace algo más de año y medio.
A partir de aquí los sueños de la jugadora mallorquina no tienen medida. Solheim, majors, LPGA… Ella no está dispuesta a poner vallas al campo. Y cuenta con una virtud que es como oro en polvo: ni la más recalcitrante de las coreanas le echa más ilusión y horas de trabajo.
