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La emotiva e inspiradora carta de Pettersen a su hijo tras ganar la Solheim

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Suzann Pettersen, con su hijo © Tristan Jones
Suzann Pettersen, con su hijo © Tristan Jones

Hace casi un mes, el equipo europeo conquistó la Solheim Cup con un final de película, en el que Suzann Pettersen embocó un putt que, de no haber entrado, habría significado el triunfo para Estados Unidos. En una carta dirigida a su hijo pequeño, Herman, la golfista noruega explica cómo ese último golpe de su carrera marcó su vida y transformó la idea que tenía de quién era ella realmente.

La carta fue publicada el jueves en LPGA.com y es uno de esos documentos que tocan la fibra sensible de cualquiera. La reproducimos íntegramente a continuación.

Querido Herman:

Mi precioso regalo, eres demasiado joven para saber qué estaba sucediendo o por qué, pero estuviste allí, con tu padre y conmigo, durante la última semana de mi carrera a tiempo completo como golfista profesional. Estábamos todos en Escocia, en septiembre del 2019, en un lugar llamado Gleneagles, durante la Solheim Cup.

Entraré en detalle en un minuto. Pero primero debes saber que antes de convertir en la persona que dobla tu ropa y te prepara la cena, jugué en el LPGA Tour y el Ladies European Tour durante 20 años. En ese tiempo gané 15 torneos del circuito estadounidense, siete del europeo y dos majors. 

Durante seis años estuve clasificada entre las 10 mejores jugadoras del mundo, alcanzando incluso el segundo puesto en varias ocasiones. Pero ese esfuerzo tuvo un coste. En ese momento no me di cuenta, pero la vida del circuito se mezcló tanto con mi vida personal que a veces no podía diferenciarlas. Mi identidad estaba vinculada a mi trabajo.

Cómo jugué, cómo fueron mis sesiones de entrenamiento en un día particular, cuántos putts emboqué o fallé, todo eso afectó a mi estado de ánimo, mis prioridades, mis relaciones y la mayoría de mis decisiones. Era, hasta cierto punto, egoísta, lo que consideraba un requisito previo para el éxito. No tuve problemas para decir ‘no’ y lo hice bastante cuando sentí que alguien o algo estaba interponiéndose en mi tiempo. Fue parte de mi trabajo, y mi trabajo era ser una de las mejores golfistas del mundo, era mi enfoque.

Estoy muy orgullosa del éxito que tuve en el golf. Mis victorias no sólo sirvieron para reforzar mi creencia en que la dedicación, la perseverancia, el sacrificio, la pasión y el trabajo duro te llevan al éxito en aquello que elijas hacer, sino que mi rendimiento como deportista también me llevó a conseguir una estabilidad financiera abriéndome puertas que jamás habría soñado.

Incluso antes de respirar por primera vez, me diste una lección que no tiene precio sobre las cosas que realmente importan de la vida. Sobre la paciencia y la perspectiva. Sobre la extraordinaria ética de trabajo y equilibrio que muestran las mujeres en todo el mundo. Y los sacrificios o esfuerzos desinteresados que las madres trabajadoras hacen todos los días.

Todo comenzó unos días antes de la Navidad del 2017. Fue entonces cuando tu padre y yo supimos que estaba embarazada de cuatro semanas. No había sido fácil. Te buscamos tan desesperadamente que me sometí a un tratamiento de fecundación in vitro, recibiendo una serie de inyecciones que prepararon mi cuerpo para el embarazo.

Mi plan, siempre he sido muy meticulosa en esto, era jugar bien durante mi embarazo, tal vez hasta mayo del 2018. Pero mi cuerpo tenía otros ‘planes’. Fui a Orlando en enero, como siempre, para trabajar en mi juego y prepararme para la competición. Me sentí bien, pero estaba extramadamente cansada. Cuando no estaba entrenando, dormía. Podía dormir dos horas seguidas en mitad del día, algo que dejaba claro que no era yo. Me sentía mal porque tenía amigos en casa y cada vez que entraban, o estaba dormida, o en el sofá. Me llegó a preocupar incluso que pensaran que era teleadicta.

La semana antes de que planeara volar a Tailandia para la gira por Asia de principios de año en el LPGA, llegaron las complicaciones. Sabía que no era normal. Así que hice lo que cualquier profesional racional y metódico haría: asustarme. Conduje frenéticamente hasta las urgencias del Hospital Arnold Palmer. Los médicos me revisaron y me hicieron un montón de pruebas. Y aunque me dijeron que estabas bien, sentí como si mi mundo se desmoronara. Tenía esa idea idílica de cómo iba a ser mi embarazo. Y pasar tres días en el hospital no formaba parte de ella.

Cuando me dieron el alta, volé a casa, a Oslo, y fue a mi médico. Estaba aterrorizada, en parte porque te amaba mucho, pero también porque no sabía qué estaba sucediendo, mi cuerpo estaba fuera de control. No podía trabajar más duro, no podía entrenar más tiempo o hacer ejercicio para salir de esto.

La enfermera me hizo una ecografía y mi médico me dijo que estabas bien. Pero también me dijo que, dadas las complicaciones que había sufrido en Florida, ya no podía volar. Mi cerebro no lo procesó bien y le dije: «Se supone que mañana me voy a Tailandia». El médico me respondió: «No hay razones para correr ese riesgo».

Entonces, hice un cálculo rápido y le dije: «Está bien, me quedaré aquí hasta que el Tour regrese a Arizona para la Founders Cup y me uniré allí a ellas». Pero el médico fue muy claro: «¿No me estás escuchando? No puedes volar, ni a Tailandia, ni a Arizona, ni a Inglaterra: está totalmente prohibido».

Me había quedado ‘varada’ en Oslo, algo que, echando la vista atrás, fue lo mejor que me pudo haber pasado. Estaba rodeada de familiares y amigos, todos allí para apoyarme, pese a que el primer mes estuve todo el tiempo preocupada, pensando que algo iba mal. Pero los médicos me calmaron en todo momento y me aseguraron que todo iba bien. Cuando cumplí cuatro meses de embarazo, ya era demasiado tarde para volver a unirme al LPGA Tour incluso aunque me hubieran permitido viajar.

Recuerdo que mi tío, que es médico, me dijo: «¿Qué son nueve meses fuera?». Me di cuenta de que en realidad no era nada. Pero de la misma manera, lo fue todo. Verme obligada a reducir mi ritmo, estarme quieta, calmarme… Pero una vez que se hizo evidente que me tomaría al menos un año completo de descanso, fue como si me hubieran quitado un peso de encima.

Fue entonces cuando me di cuenta de la burbuja en la que había estado viviendo durante 20 años. El golf, mi trabajo, me había consumido. Una vez logré apagar el interruptor del golf, se acabó. No jugué al golf, no vi golf y no pensé en el golf por primera vez en toda mi vida adulta. Incluso durante las pocas veces en que había estado lesionada, mi cerebro siempre estaba agitado, trabajando, planeando mi regreso. Pero esta vez fue diferente. Fue un descanso total. Y estaba muy cómoda. Por primera vez mi cerebro cambió a la normalidad.

Luego llegaste tú y en un instante, mi cerebro volvió a cambiar. Siempre he escuchado a la gente decir que convertirse en padre te cambia, pero suponía que ese cambio llegaría en semanas o incluso meses o años. Pero no es así. Es instantáneo. En el momento en que respiraste por primera vez yo ya era una persona diferente. Tu padre estaba allí y mientras te cogíamos, me pregunté a mí misma: ¿Hay realmente alguna razón para volver a esa otra vida? ¿Me queda algo por lograr en el golf que merezca la pena para dejarte? ¿Ganar otro major marcaría una gran diferencia en mi vida o la tuya? ¿Ser parte de otra Solheim Cup lo haría? Había estado jugando de manera competitiva durante tanto tiempo y viviendo en esta burbuja de ego, un mundo pequeño y compacto donde todo se centraba en mí y en mi juego. Una vez que estalló la burbuja, no estaba segura de querer inflarla de nuevo. No tenía ganas de poner a prueba mi corazón, mi paciencia, mi amor por ti y por tu padre…

Las personas que escuchan decir que un niño te cambia la vida, siempre preguntan: ¿Cómo? ¿En qué la cambia? Hay muchas respuestas prácticas: viajar se vuelve complicado, tus horarios no son los tuyos, la vida de otro ser depende de ti… Pero tan importantes como todas esas cosas son otras secundarias, como el cambio en tus prioridades. Una vez que te conviertes en padre, tu ego personal desaparece.

Me quedé en casa contigo durante meses antes de comprar un palo de golf. Pero me comprometí a jugar el Dow Great Lakes Bay Invitational a mediados de julio del 2019, así que tuve que prepararme un poco. Dow es uno de mis patrocinadores de toda la vida, no quería quedar mal.

Cuando empecé a prepararme, entré en una rutina. Tus abuelos y tu padre me ayudaron a cuidarte. Tenemos la suerte de poder pagar una buena niñera que a veces nos ‘salvó’ la vida. Sabía que estabas en buenas manos. Nunca tuve la sensación de que estuvieras incómodo o infeliz. Pero fue difícil, sobre todo al principio. Me preocupaba estar lejos de ti. Y la cantidad de tiempo que le dedicaba a prepararme ni siquiera era la misma que antes. Fue una preparación más centrada e intensa. No le dediqué tanto tiempo, aunque mi trabajo tenía 10 veces más calidad. En una sesión de prácticas de dos horas lograba tanto como antes en un día completo.

De repente, me sentí bien de nuevo con el golf. Por primera vez en mi carrera disfruté jugando porque mis expectativas no eran muy altas y no era muy dura conmigo misma. Después de terminar la primera ronda del Dow Great Lakes Bay Invitational, un evento de equipo que jugué con mi querida amiga Catriona ‘Beanie’ Matthew, pensé: «Ha sido divertido». Y luego me di cuenta de que no podía recordar la última vez que me había sentido así en el golf.

Sin embargo, esa semana, Beanie, junto con Anna Nordqvist y Caroline Hedwall, me dijeron: «Tienes que seguir jugando para prepararte para la Copa Solheim». Les dije que estaban locas, pero Anna dijo: «Podemos ganar si todo funciona si sigues practicando y jugando».

No estaba tan segura de ello. Le dije a Beanie: «Evian es la próxima semana y no he entrado. Y la fecha límite para el Women’s British Open ya ha llegado». Incluso si me consideraban como la elección de la capitana, el primer evento que podría jugar sería el Scottish Open de Aberdeen Standard Investments. Pero Beanie hablaba en serio, así que barajé mi agenda para el verano. Le dije a tu padre: «Si voy a jugar, necesito algunos torneos seguidos antes. Puedo jugar en Canadá o Portland».

Él dijo: «Tienes que jugar a los dos. Si estás en Canadá, simplemente ve a Portland». Y le respondí: «No voy a estar lejos de Herman por dos semanas. No vale la pena…».

Pero sabía que él tenía razón. Fue desgarrador dejarte, aunque una vez que llegué al Cambia Portland Classic, mi rutina encajó. Aún así, no me sentía bien. Me estaba quedando en este maravilloso hotel en el centro de Portland y todo lo que podía pensar era: «¿Qué estás haciendo? ¿Todo por ti misma? ¿De verdad? Esto no significa nada si no puedes compartirlo con ellos».

La semana de la Solheim Cup, tú y tu papá vinisteis a Escocia. Entonces, incluso con todas las actividades y los compromisos que teníamos allí, siempre podría verte. Podría pasar unos minutos en la habitación y jugar contigo. Podría abrazarte, achucharte y darte de comer. Podrías escuchar el sonido de mi voz y podría sentir el calor de tus mejillas.

Fue entonces cuando me di cuenta de otra gran verdad: No creo que la mayoría de la gente se dé cuenta de los sacrificios que hacen las madres. No sé cómo lo hacen. Hay millones de madres que trabajan con sus hijos en casa. No creo que tengan el suficiente reconocimiento por la manera en que logran manejar sus vidas. Nuestras madres, con seguridad, no tienen el reconocimiento suficiente.

No puedo imaginar cómo viajan las jugadoras del circuito con sus hijos. Beanie (Matthew) lo hizo con dos hijos. También Juli Inkster. Con lo que había experimentado viajando con uno, no podía ni imaginar cómo habían sido sus vidas. Y sí, el Centro de Desarrollo Infantil LPGA de Smucker que acompaña al circuito es fantástico, pero eso es una parte muy pequeña de lo que significa en la carretera con un niño. Creo que deberíamos alabar a las madres que trabajan en todas partes tan fuerte y tan a menudo como sea posible.

Supongo que fui una elección mi controvertida de la capitana para la Solheim. Al no haber jugado apenas en dos años, lo entendía. Pero también sabía que el juego por equipos era muy diferente a los 72 hoyos por golpes, donde nunca veías de cerca a la mayoría del resto de competidores.

El viernes, en el primer día de competición, jugué con Anne van Dam, una de las jugadoras jóvenes más dinámicas que he visto, y sin duda la que tiene el drive más largo de todas las que he conocido. Ambas pedimos jugar juntas. Y me sentí mal porque no jugué tan bien como hubiera querido. Pero nos asociamos perfectamente y ganamos.

El sábado, mi juego de siempre vino a mí. Empecé a sentirme más cómoda. Y el domingo, en los partidos individuales, me reencontré conmigo misma. Mi partido fue con Marina Alex, una maravillosa y divertida veterana del Tour que estaba jugando su primera Solgeum. Fuimos de ida y vuelta durante los 17 primeros hoyos y todos estábamos empatadas con un hoyo para jugar. Ambas lanzamos grandes golpes con el wedge en el green final. Pero mi pelota tenía un efecto de retroceso y terminó por la parte baja del hoyo, mientras que la de Marina rodó hacia adelante y estaba por encima del hoyo, dándole un putt cuesta abajo difícil.

En ese momento, no sabía que nuestro partido decidiría el resultado de toda el torneo de tres días. Bronte Law, que jugaba detrás de mí, había ganado su partido justo instantes antes de que Marina y yo pateáramos. Marina tiró un buen putt que se deslizó justo a la derecha del hoyo. Entonces, yo tenía un putt de algo menos de dos metros para ganar.

El lema de la Solheim Cup, el que se utilizó en todos las carteles que se habían pintado en las tribunas, era: «Todo conduce a este momento». Pegué un putt perfecto, pero en el golf nunca se sabe lo que sucederá hasta. Hasta el último segundo. Cuando vi desaparecer la bola y rugieron las decenas de miles de aficionados que rodeaban el green, inmediatamente me di cuenta de que lo que había visto durante toda la semana era un resumen perfecto de mi carrera. Todo condujo a ese momento. Mi familia estaba toda allí. No lo recordarás, pero estoy seguro de que lo verás repetido en los próximos años.

Lo que no puedes ver en video es el alivio que sentí. Supe en ese instante que nunca tendría que preguntarme «¿y si …?». Nunca tendría que preguntarme si podría regresar. Había respondido a todas esas preguntas. Fue un final de cuento de hadas, uno que nunca podría haber imaginado.

La multitud y mis compañeras de equipo se apresuraron al green del 18 gritando y celebrando. Me llevó un minuto encontrarte a ti y a tu padre entre tanta gente. Pero cuando lo hice, cuando te miré en los brazos de tu padre, y me dije: «Esto es todo. Nunca nada va a superar esto». Lo tenía todo: un gran equipo, una gran capitana, una gran competencia y un resultado increíble: una semana histórica para el golf femenino. Estoy encantada de que estuvieras allí. Aunque no lo recuerdes, tenerte presente es algo que apreciaré para siempre. Combinar las responsabilidades de ser madre y golfista … era todo lo que necesitaba.

Así que anuncié mi retirada del golf competitivo en ese mismo instante. Luego vinieron todas las respuestas. La primera, el domingo por la noche. Regresamos al vestuario del equipo, tuvimos una cena de celebración y una gran fiesta. Alrededor de las 11 regresé a la habitación para ver cómo estabas. Me senté en una de esas cómodas sillas del Hotel Gleneagles, a oscuras, escuchándote respirar. Miré mi teléfono y me di cuenta de que había ‘estallado’ con mensajes de agradecimiento de personas de todo el mundo. Jugadoras de LPGA, personal, europeos, estadounidenses: no importaba. Los mensajes no paraban de entrar, uno tras otro.

Me cuenta de que me había vuelto mucho más sensible como madre. Pero esto fue abrumador. Lloré como no lo había hecho en muchos años. Por primera vez como golfista, estaba completamente, totalmente satisfecha, contenta y en paz.

Espero que esta historia te ayude a entender a nuestra familia. Espero que te ayude a apreciar la disciplina y la determinación necesarias para alcanzar los objetivos. El trabajo a lo largo del tiempo siempre dará sus frutos. A veces tienes que tomar decisiones difíciles. Espero que encuentres la misma pasión en todo lo que hagas a la que yo encontré en el golf, un amor que moraba en lo profundo de mi corazón. Y espero que vean en esta historia, en mi increíble semana en la Copa Solheim, que hay un momento para todo en la vida.

Ese domingo fue el momento para alejarme del golf y ser esposa y madre. Espero que encuentres la misma paz en tus decisiones que yo he encontrado en las mías.

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