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El alambre emocional sobre el que Jon Rahm se mueve a diario

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Jon Rahm. (© Golffile | Ken Murray)

Jon Rahm nunca deja de trabajar en su swing, en su putt y, tampoco, en su cabeza. Hemos hablado en muchas ocasiones, y así lo ha explicado él también, las horas que ha puesto y la sobresaliente evolución que ha tenido cuando se trata de mostrar sus emociones en un campo de golf.

Rahm se veía desde fuera y no le gustaba. Esas rabietas públicas cuando fallaba un golpe iban en su carácter, en su ADN, formaban parte de la gasolina que necesitaba para competir, sin embargo un día se dio cuenta de que no quería dar esa imagen. Ha trabajado a destajo para controlar sus reacciones en el campo de golf cuando las cosas no van bien y el resultado ha sido excelente.

La mejor muestra fue justo hace un año, en el THE PLAYERS Championship. Salió el domingo como líder del torneo y estuvo en la pelea por la victoria hasta el final. Tuvo problemas durante la vuelta, como la bola que mandó al agua desde el búnker en el hoyo 11. Sin embargo, se mantuvo bajo control todo el tiempo y su comportamiento fue exquisito. Al menos, claro de cara al exterior… La primera gran batalla mental que está librando contra el fuego que tiene dentro la está ganando por goleada, pero aún le queda la otra…

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Ha sido la revelación más interesante que ha hecho Jon en el día de hoy durante su comparecencia ante los medios en la previa del THE PLAYERS. La exhibición externa de sus emociones está bajo control, pero aún le queda seguir trabajando para mantener también el equilibrio por dentro. Fuera da una imagen, pero como dice el refrán: la procesión va por dentro. Es una línea muy delgada. Un alambre emocional por el que se mueve entre mantener el fuego interno que le hace reaccionar ante una mala situación y evitar que se vuelva en su contra. «Controlarme es una lucha que llevo. Una cosa es lo que ve la gente y otra como voy por dentro. Lucho a diario por encontrar el equilibrio. Trabajo en ello. He crecido y madurado mucho desde los 22 a los 25 años. Además, tu vida personal fuera del campo de golf también afecta y ahora me encuentro en un gran momento», explicó.

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En este sentido, Jon asegura que mantiene una lucha mental que nunca acaba. «Tengo que controlar las emociones. Por fuera ya procuro no tirar palos o mostrar mucho enfado, pero aún sigo tirando palos por dentro. Es una comezón interna importante. Pero la clave es el equilibrio. Lo que no puede pasar tampoco es que no me importe fallar un golpe. Ese enfado lo tenemos todos y es necesario. Tiger Woods también lo tiene. Porque los golpes importan, del primero al último. Es una línea delagada en la que no dejo de trabajar», afirma.

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Otro aspecto interesante que explicó el golfista de Barrika es que conviene no olvidar que su evolución desde la universidad al top ten mundial fue vertiginosa. «El fuego interior me ayuda y no lo quería quitar, pero claro, cuando jugaba amateur no había tanta cámara y no pasaba tanto. De pronto estuve en el top ten y con mucha atención mediática, muchas cámaras y no es fácil realizar esa adaptación», asegura.

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Del mismo modo, le dio todo el crédito en este aspecto a la ayuda que le brinda su caddie, Adam Hayes. «Es una parte fundamental en todo. Es el que lo tiene más difícil en todo esto, lo ve desde fuera y tiene que ver qué comentario hacer, cuándo sí, cuándo no… No es fácil. Tiene permiso para decirme lo que quiera y en cualquier momento y es muy importante para mí porque siempre elige bien. Es un gran activo que tengo». Y añadió un ejemplo entre ellos del año pasado: «En Riviera empecé a protestar porque pegué un mal chip. Me quedé porque estaba pegando buenos golpes y sin embargo pensaba que el resultado estaba siendo injusto y Adam me dijo, a ver, vamos a ser francos, ese chip ha sido asqueroso… y yo le dije: vale, que te no lo has tragado». Una demostración de que, efectivamente, Adam tiene mando en plaza y que su ayuda es fundamental.