Graeme McDowell se impuso ayer en el RBC Heritage de Hilton Head al derrotar en el primer hoyo de desempate a Webb Simpson…
El torneo tuvo un marcadísimo sabor a US Open. Vientos por encima de 45 kilómetros por ahora, y con rachas previstas de más de 60, convirtieron la última jornada en un ‘sálvese quien pueda’. En condiciones de supervivencia qué mejor que dos de los tres últimos ganadores de US Open peleando por el triunfo. Es la selección natural del golf.
McDowell es un espléndido jugador con viento, un compañero habitual de viaje cuando uno se cría golfísticamente en Irlanda del Norte. Era un día de perros en el Harbour Town de Hilton Head, pero el héroe de la Ryder Cup de Gales supo controlar la vuelta en todo momento. Se trataba de aguantar, ir salvando pares y aprovechar cada opción de birdie. El putt acompañó al norirlandés, que enlazó 32 hoyos consecutivos sin fallar. Sólo tres jugadores bajaron de 70 golpes y McDowell (69) fue uno de ellos.
Su único lunar se produjo en el hoyo 18. Bogey y al desempate contra Simpson. Pero claro, ahí el golf se transforma a formato match play, la especialidad en casa de los McDowell. Ganó a la primera. Salvó el par y Simpson no lo pudo igualar.
Es la primera victoria de McDowell en el PGA Tour. La primera regular, claro. El trofeo del US Open de 2010, brillantemente conquistado en Pebble Beach ya no estará solo en su hoja de servicios al otro lado del Atlántico.
McDowell ha puesto fin a una racha de casi tres años sin ganar un torneo. Está jugando mejor en los últimos meses y asegura que tiene una explicación muy lógica. Admite que se equivocó en la prioridad de su entrenamiento. G-Mac decidió un buen día, después de ganar el US Open y ser el héroe de la Ryder, que necesitaba ganar 30 yardas más desde el tee para pelear por los primeros puestos del ránking mundial. Trabajó duro y fue dejando a un lado lo demás. «Fue un error. Está claro que al final tienes que potenciar tu parte fuerte del juego. Y en mi caso son los hierros, los wedges y el juego alrededor de green», asegura el norirlandés, que andaba rozando el puesto 200º en la clasificación de recuperaciones del PGA Tour.
Esta victoria elimina de un plumazo el mal sabor de boca que le produjo quedarse fuera del corte en el Masters de Augusta. «Vaya juego es el golf. Es divertido. Estaba realmente frustrado y decepcionado por quedarme fuera del corte, pero ahora no cambio esto por un top ten en el Masters», señaló después de firmar la tarjeta y con una cerveza en la mano.
Terminados todos los actos protocolarios propio de la victoria, McDowell se fue a su casa, a celebrarlo en el restaurante que inauguró el año pasado en Florida, el Nona Blue. Se despidió como no podía ser de otra manera conciendo a G-Mac: «The bar is open».
