Jon Rahm lo ha vuelto hacer. Ha hecho posible lo que simplemente era una quimera. Donde los mortales se estrellan contra un muro inaccesible, el español ve una oportunidad. Salió a siete golpes de Collin Morikawa en la última jornada del Sentry Tournament of Champions y llegó a ponerse a nueve después de arrancar con bogey en el hoyo 1 este domingo. Nueve golpes en golf a falta de 17 hoyos viene a ser algo así como el océano Pacífico que baña las costas de Hawái donde Jon se ha vuelto a coronar campeón en el PGA Tour.
Ha sido una remontada para la antología. Con una tarjeta final de 63 golpes, diez bajo par. Una victoria que no entraba en ninguna ecuación sobria hasta el hoyo 14. Rahm fue rascando birdies tras ese inicio abrupto en el 1. Lo sacó en el 2 con un buen putt de algo más de tres metros, lo hizo también en el 4 embocando otro de seis, sumó un tercero en el 5, dejando escapar una gran ocasión de eagle, y remató en el 9 con otro birdie más sin sufrir. En ese momento, Morikawa lo tenía todo bajo control. Había pasado la primera mitad del recorrido con -3 en el parcial y nada hacía intuir otra cosa que no fuera su triunfo. Jon estaba a seis golpes a falta de nueve hoyos…
Pero Rahm está hecho de otra pasta. Es un percutor por naturaleza. Un toro. Va, va, va y va. Siempre va. Siempre cree. Jamás agacha la cabeza. Mientras haya opciones, hay esperanza. Y en esas siguió… Necesitaba una tormenta perfecta y la produjo. Se la inventó. Se la sacó de la manga donde no había nada. Comenzó en el 12 con un birdie, sumó otro en el 13, uno más en el 14 con un chip para enseñar en las escuelas y un eagle de fábula en el 15. Cinco menos en cuatro hoyos. En una hora había conseguido acogotar a Morikawa y las piernas, claro, le empezaron a temblar…
Al norteamericano se le vino un tsunami encima. Miró la pantalla de resultados en el Plantation Course at Kapalua y se vio a Rahm subido a la chepa. A Rahm nada menos. Cortocircuito. Derrumbe. Encadenó un filazo desde el búnker en el 14, un salto de rana en el 15 y un putt de apenas dos metros fallado en el 16 tras un segundo golpe muy pobre. Tres bogeys consecutivos. Nadie lo había hecho antes esta semana. Él, que no había hecho ningún bogey en los 67 hoyos anteriores. Él, que había sido la fiabilidad en persona, el tiralíneas… Había sido engullido por el tsunami.
Entre los hoyos 12 y 16, el vuelco de la clasificación fue brutal. Jon pasó de estar segundo a seis golpes de Morikawa a colocarse líder con dos de ventaja. Ocho golpes de diferencia en apenas cinco hoyos. Viva el golf. Y viva Jon. Un tsunami rojiblanco y del Athletic.
Rahm remató la faena con un gran par en el 17, después de dejar escapar una buena opción de birdie en el 16, y un birdie más postrero en el 18 que sentenciaba el torneo. Mientras Jon embocaba el putt de birdie de metro y medio en el hoyo final, Morikawa, testigo de todo desde el tee, maldecía su suerte. Necesitaba un albatros para forzar el desempate… Él, que había salido con seis golpes de ventaja sobre el segundo… Acabó con birdie en el 18 para finalizar a dos de Rahm. Vuelta de 72 golpes. La segunda peor del día.
Es la novena victoria de Rahm en el PGA Tour y la tercera en los últimos cinco torneos que ha disputado. Es el triunfo de la perseverancia, de la confianza, del sí, se puede. Es otro domingo antológico de Jon. Y el año no ha hecho más que empezar. Que vayan echando fuego esas manos. Hay que frotárselas. Para la historia quedará que Rahm ganó el primer torneo elevated del PGA Tour. Si es que a nadie le pone más ir haciendo cosas únicas que al morrosko.
