Hacía más de tres meses que no se veían pero no hubo ni un mísero apretón de manos entre ellos. No queda otra. Es el golf en la era COVID-19. La vida. Nada tiene más interés en las horas previas al regreso del PGA Tour en Colonial este jueves que observar de cerca cómo será la relación entre los jugadores y los caddies. Es una nueva realidad. ¿Quién coge, guarda y limpia los palos? ¿Quién pilla una bola nueva de la bolsa? ¿Quién quita la bandera y la vuelve a poner? ¿Quién lleva el libro de medidas?
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El PGA Tour ha realizado una serie de recomendaciones, pero no son unas reglas estrictas con consecuencias disciplinarias por incumplimiento. «No hay golpe de penalidad si alguien lo hace mal», asegura uno de los caddies con los que han hablado en estos días los periodistas que sí pueden estar en el Charles Schwab Challenge.
Todos tienen claro el tema de la distancia social entre caddie y jugador. El PGA Tour ha estipulado que sea de seis pies, lo que al cambio equivale a 1,82 metros. Como nadie va a salir al campo con una cinta para ir calculando, todos han llegado a una conclusión más sencilla: «tú, a dos palos de distancia». Esta separación, unida a la ausencia de público, es decir escaso ruido ambiente, va a provocar, por ejemplo que todos los componentes de un partido puedan escuchar en los tees de salida las conversaciones entre jugador y caddie.
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Es un matiz, no tiene por qué ser algo definitivo para ganar o perder un torneo, obviamente, pero sí que puede ayudar o dar alguna pista en algún golpe en concreto. No sólo por lo que habrá oído, sino también porque habrá visto el resultado final de la bola. Ensayo y error. No es que antes el jugador y el caddie se hablaran al oído para evitar ser escuchados, pero ahora, desde luego va a ser inevitable tener testigos.
El jugador y el caddie se tendrán que poner de acuerdo en las diferentes tareas. Por ejemplo, el PGA Tour ha recomendado que el caddie no toque los palos. Pone la bolsa en el suelo y el jugador coge y suelta lo que estime oportuno. Hasta ahí estamos de acuerdo, pero qué ocurre a la hora de limpiar las cabezas… Si lo hace el caddie no parece tener mucho sentido la otra recomendación. Parece lógico, por tanto, que lo haga el jugador.
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En cualquier caso, los caddies han recibido a su llegada al Charles Schwab Challenge un ‘welcome pack’ con tres paquetes de diez toallitas desinfectantes cada una, por lo que se entiende que eso es lo que utilizarán para limpiar los palos cuando los toquen, las bolas, por ejemplo, para dejarlas impolutas antes de patear o las astas de las banderas. Igualmente, será interesante ver quién lleva el libro de medidas, aunque en esta ocasión da la sensación que lo lógico es que lo lleven los dos.
Un caddie con mascarilla y sin hacer declaraciones
Como en todos los órdenes de la vida, hay caddies y jugadores más precavidos que otros. Todd Montoya, asistente de Brian Stuard, está realizando su trabajo con la mascarilla puesta y ha declinado hacer declaraciones a los medios de comunicación. Eso es llevar el distanciamiento social a sus últimas consecuencias.
Todas las incógnitas las resolveremos hoy cuando empiece la acción. Vamos a ver un golf diferente y nuevo por la ausencia de público y, sobre todo, asistiremos a una nueva manera de relación entre jefe y caddie. Veremos si esto ha venido para quedarse para siempre. No se extrañen. Los choques de manos, abrazos y demás están terminantemente desaconsejados… Aunque claro, parecen unas precauciones un tanto ridículas cuando precisamente hoy en España se reanuda la Primera división de la Liga de fútbol, un deporte de contacto prácticamente en cada lance.
Sea como fuere, será digno de verse y analizarse.