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Bolas con papel de periódico y un billete de mil dólares para viajar a Dallas

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Juan Sebastián Muñoz.

Ricardo Muñoz vivía en una casa de alquiler en Clearwater, Florida. Un buen día comenzó a devolver una bolas de golf que se colaban en su patio trasero. Aquel gesto, sin saberlo, dio comienzo a la carrera de todo un campeón del PGA Tour. La impericia de los amateurs del campo que estaba junto a la casa le inyectó el gusanillo por un deporte al que nunca antes le había prestado atención. Se puso a jugar, se enganchó y metió el veneno a su hijo Juan Sebastián que, más de veinte años después de aquello, lograba su primera victoria en el circuito americano al imponerse en el Sanderson Farms Championship este domingo.

Juan Sebastián vivió sus primeros años en Florida, aunque nació en Bogotá por expreso deseo de sus padres, Ricardo y María Fernanda Amaya. Los dos viajaron a Colombia para el parto y regresaron después a Estados Unidos. Fue allí en Clearwater cuando el pequeño dio sus primeros pasos como golfista. Tenía un palo de plástico amarillo y golpeaba con felicidad unas bolas hechas con papel de periódico y cintas de carrocero. Ahora lo que ve en los periódicos es su nombre como ganador del PGA Tour y una foto enorme sosteniendo el gallo negro, trofeo reservado para el campeón del Sanderson.

El PGA Tour sigue hablando español con el triunfo de Muñoz

Juan Sebastián Muñoz regresó a Colombia con sus padres, la tierra tira mucho, y allí pasó buena parte de su infancia y adolescencia. Empezó a jugar al golf en el club de Los Arrayanes y no tardó en destacar. Con nueve años ganó su primer torneo de golf y ya desde entonces se le metió entre ceja y ceja llegar a ser algún día como Tiger Woods, su ídolo. En 2010, con 17 años, se convirtió en el mejor amateur del Abierto de Colombia con una vuelta final de 65 golpes. Era su primer gran golpe sobre la mesa.

Tan claro lo tenía el pequeño Juan Sebastián que un buen día se acercó a su padre y le pidió mil dólares para viajar a Dallas. Quería visitar una universidad en la que podía tener opciones de entrar. Allá se fue, con su maleta y sus papeles, jugó nueve hoyos y regresó dos meses después con el papel de ingreso en North Texas firmado.

Le costó adaptarse a la vida universitaria y no lo tuvo fácil con el entrenador. Apenas jugó durante los dos primeros años, pero jamás tiró la toalla, apoyando fundamentalmente por Carlos Ortiz y Rodolfo Cazaubón, sus dos compañeros mexicanos que con el tiempo también se han convertido en golfistas profesionales. No está mal la generación… Cazaubón ganó el PGA Tour Latinoamérica y Ortiz se impuso en el Web.com Tour.

En 2015 se hizo profesional y su trayectoria ha sido rápida y muy sólida. Ha ido dando cada año el paso adecuado. Su primeros torneos fueron en el PGA Tour Latinoamérica, pero en 2016, en su segundo torneo del Korn Ferry Tour, donde jugó con una invitación, en Colombia cómo no, ganó y su carrera se disparó. Se sacó la tarjeta del PGA Tour, la perdió a finales de 2017 y volvió a recuperarla al acabar 2018. El año pasado salvó sus derechos en el último torneo, el Wyndham Championship, y por los pelos. Acabó el año en el puesto 124º de la FedEx y mantienen la tarjeta los 125 mejores.

Aquel sufrimiento del pasado mes de agosto no ha sido en balde. Este domingo cerró el círculo en el Country Club of Jackson de Mississippi y el destino ha querido que lo hiciera jugando la última ronda junto a Carlos Ortiz. Otro buen ejemplo de que el sueño americano existe.