Aquellos elegidos que pueden jugar Shadow Creek no tardan en descubrir que se encuentran en un sitio con una mística muy especial. Puedes cambiarte los zapatos en el vestuario junto a la taquilla de Barack Obama, escuchar en el bar alguna batallita de las partidas a muerte, con mucho dinero de por medio, de Michael Jordan o ver la emoción en los ojos del director general cuando cuenta aquella vez que un escuadrón de la fuerza áerea de Estados Unidos sobrevoló el campo a no más de 15 metros de altura mientras jugaba el 41º presidente USA, George Bush padre. Así es el campo que acoge esta semana la CJ Cup.
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Es la primera incursión de Shadow Creek en el PGA Tour y uno de los motivos para el bautizo ha sido precisamente el COVID-19 y, más concretamente, la ausencia de público. Han aceptado ser la sede del torneo que habitualmente se juega en Corea del Sur porque no pueden acceder aficionados, con lo que mantienen intacta su rigurosa privacidad. Los fines de semana sólo se puede jugar en Shadow Creek por invitación de algún socio y entre semana apenas abren la mano a los clientes del hotel de la cadena MGM que regenta el campo y previo pago de 750 dólares por el greenfee.
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Y ahora es jauja… En sus inicios, la exclusividad era aún más brutal. Cuentan los más viejos lugar que el acceso al campo estaba reservado únicamente a aquellos que eran invitados directamente por su creador y dueño, el multimillonario Steve Wynn, un histriónico coleccionista de arte y benefactor del partido Republicano cuya anécdota más celebrada tiene que ver con un cuadro de Pablo Picasso. Apenas unas horas antes de venderlo, después de cerrar el acuerdo con el comprador, estaba mostrándolo a unos amigos y en un giro le pegó un golpe con el codo con la mala suerte de que rasgó una parte de la tela… La venta se canceló, pero lo vendió unos años después a ese mismo comprador, una vez restaurado, por un puñado de millones de dólares por encima del precio inicial.
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Shadow Creek es un fabuloso diseño del prestigioso Tom Fazio situado en un oasis en mitad de uno de los desiertos de Nevada. Un oasis en toda regla. No da la sensación de estar en mitad de la nada. Ese es precisamente su principal orgullo. Cada año se sitúa entre los 30 mejores campos del mundo según las revistas especializadas y ha sido reclamo de multitud de personas famosas. Allí tienen su taquilla cuatro expresidentes de Estados Unidos: George Bush, padre e hijo, Bill Clinton y Barack Obama.
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De Shadow Creek llegó a decir el mítico Julius Erving, el Dr. J, que es el lugar donde le «gustaría ser enterrado cuando se acaben mis días». Michael Jordan es un asiduo a este campo de Las Vegas. Ha jugado mucho y allí ha organizado varios eventos para recaudar dinero para causas benéficas, lo mismo que Tiger Woods. De su hoyo 17 dijo Tom Fazio que es como el 12 de Augusta. «Si consigues utilizar el putter para tu segundo ya puedes darte por muy satisfecho».
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Por supuesto, todos recordarán que aquí se celebró el THE MATCH donde Phil Mickelson derrotó a Tiger Woods y se embolsó hace dos años nueve millones de dólares. Si alguna conclusión se puede sacar de aquel duelo es que los greenes parecen diabólicos.
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