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Sergio y su drama

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Ryan Moore (-16) ha sido finalmente el ganador del Wyndham Championship después de doblegar a Kevin Stadler y Jason Bohn en tres hoyos de desempate. Moore estrena así su palmarés en el PGA Tour…

Pero es evidente que nuestra crónica debe abundar en la actuación final de Sergio García (-15), que se ha quedado a las puertas de una importante victoria, no ya por el torneo en sí mismo, que también, sino más bien por el momento en que llegaba.

Es rotunda y coincidente la literatura sobre Sergio García, y suponemos que volverá a serlo, una vez que ha perdido este Wyndham que tenía controlado en el green del hoyo 8, con tres golpes de ventaja sobre el segundo. Dicha literatura suele basarse en estos dos puntos.

 

1. Tiene golf de sobra para ganar aun más torneos, incluyendo grandes.

2. En determinados torneos y, sobre todo, en puntuales momentos de presión, el español muestra fisuras y le cuesta mantener el control de la situación.

Estas dos premisas no son casuales, ni tampoco caprichosas. Tienen su sentido, pero pueden (y hasta deben) puntualizarse, porque son fiel reflejo de la maldición que acompaña a este jugador. El drama de Sergio García.

Lo que ocurre, en realidad, es muy sencillo y ya hasta aburrido, por repetitivo: a Sergio se le sigue midiendo única y exclusivamente por los ‘majors’. Porque en los últimos quince meses, sin ir más lejos, ha ganado tres torneos, dos de ellos de gran peso, prestigio e importancia (The Players y HSBC), en los que no le tembló el pulso más de lo necesario en los nueve hoyos postreros. Y hay que subrayar ese «más de lo necesario», porque temblarle, seguro que le tembló. Tal y como le ocurre al común de los mortales.

Dicho de otro modo: en realidad son muy pocos, poquísimos, los jugadores en todo el planeta que han ganado tres torneos en los últimos quince meses; en realidad, Sergio gana algunas veces y otras no, cuando se deja a tiro una victoria (como le ocurre al 99,9 por ciento de los profesionales). Y según cómo vayan las rachas y por tanto el nivel de confianza, tiene un punto más de instinto asesino o un punto menos (otra vez: como le ocurre al 99,9 por ciento de los profesionales).

Este domingo, desde luego, le ha faltado ese instinto en los últimos diez hoyos del Sedgefield Country Club (Greensboro, Carolina del Norte). Al margen de los grandes aciertos y del juego majestuoso (en los primeros siete hoyos) y de los errores garrafales (entre los hoyos 8 y 12), en realidad aún pudo haber sacado el genio en los hoyos 15 y 16, un par 5 y un par 3 donde se estaban haciendo muchos birdies esta jornada. Pero su swing, a esas alturas, parecía fuera de ritmo, algo deslabazado. Sí, lo enseñó a la desesperada, y de qué manera, en la sacada de bunker del hoyo 18, donde necesitaba embocar desde la arena para llegar al desempate. Y no lo hizo por milímetros…

Hay también una clara lectura positiva: en líneas generales, analizado el conjunto de la semana y en vista de cómo venía del PGA, ha mejorado su juego, y es muy buena noticia de cara a un final apasionante de temporada, sobre todo en el circuito europeo, donde queda mucha tela por cortar.

El propio Sergio reconocía en el pasado British Open que estaba mucho mejor, que tenía la cabeza más limpia y que su swing volvía a ser el de siempre… Pero matizaba: “aún no estoy al ciento por ciento”. Este Wyndham debe ser un paso más para recuperar a ese jugador que deslumbró en la segunda mitad del año pasado.

Esta semana que viene disputa el Barclays en Nueva York. Sin duda otro buen momento de chequear su juego.

Por desgracia, es el único jugador español al que podremos seguir en los play offs finales de la Fedex Cup…