No hay nada que ponga más en órbita a Jon Rahm que hacer historia. Tiene alma de conquistador. Pocas cosas le producen más satisfacción al de Barrika que conseguir algo que nadie logró antes. Claro que hay récords y hazañas que no le gustan a nadie y mucho menos a un gran campeón como Jon.
Es el caso que nos ocupa. El golfista vizcaíno se ha convertido este domingo en el primer jugador de la historia del PGA Tour que termina un torneo con un resultado de -33 y no se lleva a casa el trofeo. Son las cosas de Kapalua, un recorrido cuya presencia en el calendario del PGA Tour debería al menos cuestionarse.
El Sentry Tournament of Champions, primer torneo del año del PGA Tour, lo ganó Cameron Smith (-34) y estableció, claro, un nuevo registro histórico para los anales del PGA Tour. Batió el récord anterior en poder de Ernie Els por tres golpes. Es más, sólo esta semana tres jugadores han batido esa marca de Els. A Smith y Rahm se le ha unido Matt Jones (-32), tercero en solitario.
Puede parecer una conclusión fácil, pero es meridianamente objetiva. Smith ha tenido que romper el contador del PGA Tour para arrebatarle la victoria este domingo a Rahm. No hay pero alguno que poner a uno u otro. El australiano ha ganado porque ha sido mejor que el español, más sólido, más consistente, más seguro. Se ha adaptado mejor a las calles que hoy sí, al fin, estaban muy rápidas en el Plantation Course.
Por contra, a Jon se le ha visto incómodo siempre. No se ha soltado desde el tee como acostumbra. En los primeros nueve hoyos le ha costado un mundo sacar a pasear su prodigioso ‘power fade’ y ha ido a remolque. No estaba a gusto, pero ha dado una lección de pundonor y raza de campeón. Es un competidor mayúsculo y por eso ha sido capaz de agarrarse a lo que tenía para llegar con vida hasta el hoyo 18. Cualquier otro habría dimitido mucho antes…
Rahm se agarró al putt. Su juego largo, sin ser ningún desastre, no estuvo brillante, así que se dejó las meninges en los greenes para mantener el pulso con un rival que por momentos dio la sensación de ir levitando, como si conociera cada inclinación del movido Kapalua como la palma de su mano. Jon salvó un gran par en el 4 y después embocó putts cruciales, y muy difíciles, en los hoyos 9, 11 y 13. Estos tres lo mantuvieron con vida y después trató de agarrarse a todo cuanto pudo, pero Cameron Smith respondió como un gran campeón.
La clave final del torneo bien pudo estar en el hoyo 15. Jon, sin ofrecer su mejor versión en todo el día, sí que jugó de libro este par 5. Se dejó una magnífica opción de eagle de unos cuatro metros, pero su putt para empatar el duelo con Smith se escapó lamiendo el borde izquierdo del hoyo. Aún tendría opciones en el 16 y en el 17, especialmente meritoria la segunda pues se trata de uno de los hoyos más difíciles del campo, pero los putts no entraron.
También tuvo una última opción en el 18, muriendo siempre con las botas puestas, pero su putt de eagle, tras una madera antológica, seguramente demasiado buena, no entró y tuvo que conformarse con ser el mejor segundo de la historia del PGA Tour, un reconocimiento que de poco o nada le sirve a Jon.
Sea como fuere, hay que darle todo el crédito a Cameron Smith, ya que ha hecho ocho bajo par en la última ronda para ganar y no ha fallado un golpe. Apenas se ha visto en dos mínimos apurillos en los hoyos 2 y 11 y los ha resuelto con determinación. Por su parte, Jon ha hecho 66 golpes, siete bajo par sin bogeys. No hay mucho de lo que quejarse, aunque no haya estado tan fluido. Cómodo o incómodo siempre compite. Lo mismo da que hubieran pasado casi tres meses sin jugar un torneo, se pone a la tarea con facilidad.
El año 2022 ha empezado muy bien. Toca frotarse las manos porque, aunque no haya ganado el Sentry, hemos visto un nivel de Jon que por momentos ha sido arrebatador.
