Jordan Spieth (-30) no dio lugar a la incertidumbre en la última ronda y se ha anotado el Hyundai Tournament of Champions con una diferencia de ocho golpes sobre el segundo clasificado, Patrick Reed (-22), que ha defendido su victoria del año pasado aquí, en el Plantation course at Kapalua (Maui, Hawai), con una espléndida actuación, llegando hasta el hoyo 70 del torneo sin firmar un solo bogey. Pero ni así era posible esta semana aspirar a la victoria ante la marcha arrolladora del joven texano.
Spieth entregaba un 67 en la vuelta definitiva y se quedaba a un solo birdie del récord de Ernie Els, objetivo secundario de su cabalgada. El principal era el triunfo y, de paso, enviar un aviso a navegantes de postín: el Número 1 está bien donde está. Es más, en la primera lucha librada en 2016 por el cetro mundial, Jason Day no le ha durado ni un solo asalto. Al australiano, en todo caso, hay que esperarlo porque llegaba con menos horas de rodaje que la mayoría debido a su reciente paternidad, entre otras cosas. De hecho, el domingo se resarcía y firmaba la mejor tarjeta (65, ocho menos) para alcanzar la décima posición. Por su parte, Rory McIlroy habrá tomado buena nota desde la distancia de cómo está el gallinero. Y seguro que ya puede ir poniendo entre paréntesis sus previsiones navideñas, en las que auguraba un año complicado para Spieth después del fastuoso 2015.
El argumento que sostenía el vaticinio del norirlandés no era ninguna bravata. Antes bien, se basaba en su propia experiencia, según la cual siempre se sufre un poco más (o un mucho) después de un gran año, seguramente por la presión de las expectativas creadas. El golpe sobre la mesa de Jordan Spieth ante un field reducido, es cierto, pero realmente deslumbrante (seis top-10 mundiales, entre otras lindezas) no es ninguna tontería y quizá sólo nos vuelve a confirmar, como tantas y tantas semanas de la pasada temporada, que este jugador está hecho de verdad de la pasta de los grandes campeones.
