Inicio Grandes Circuitos PGA Tour Tiger: mucho más que un rugido o un zarpazo

Tiger: mucho más que un rugido o un zarpazo

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Tiger Woods (-11) ha alcanzado el liderato del Wyndham Championship, la primera vez que se sitúa en lo más alto al final de una ronda de competición desde el Bridgestone de 2013. El hecho en sí mismo es algo más que un aviso en el largo proceso de rehabilitación técnica y emocional que viene recorriendo el gran campeón. Habrá un antes y un después de este suceso, salvo debacle horrorosa durante el fin de semana, lo que ahora mismo parece poco menos que imposible. Incluso en ese caso, el peor de todos, habría un antes y un después, porque no se lidera por casualidad un torneo del circuito norteamericano después de 36 hoyos, mucho menos después de entregar tarjetas de 64 y 65 golpes en el par 70 del Sedgefield Country Club (Greensboro, Carolina del Norte).

El jueves el californiano jugó bien y pateó aún mejor, como en los viejos tiempos. Y este viernes entregaba un 65 que bien pudo ser un 62, sin que medie exageración ninguna. Casi cada disparo llevaba la firma del ‘killer’. Buena muestra pueden ser los dos pares 5 del recorrido. En el primero se dejaba una opción de eagle de menos de tres metros. Falló. En el segundo sí embocaría desde justo tres metros. Hierrazos al corazón del torneo.

Hace menos de una semana Tiger sonreía de pura incredulidad en Whistling Straits tratando de explicar, de explicarse, qué es lo que ocurría. Por qué sus sensaciones bailaban de un día para otro. Por qué tampoco la suerte le acompañaba en los momento críticos (Woods, de hecho, señalaba que no había jugado tan mal como decía su resultado). No olvidemos que, tras el enésimo fiasco en el Open Championship, realmente sí había encontrado algo importante en el Quicken Loans (actitud, reacción, nervio y hasta cierta consistencia: tres vueltas notables y una mala para un 18º puesto final). Unas sensaciones que le habían llevado hasta el último Grande de la temporada con la idea clara de mostrarse seriamente competitivo.

Apenas unos días después ha gestionado el laberinto limpiamente hasta la mitad del camino. No es poco, en vista de los precedentes. Le queda lo más complicado, pero el aviso es algo más que un zarpazo de rabia, un rugido bravucón.

Gonzalo Fernández Castaño (-5), mientras tanto, daba una lección de pundonor. A falta de un tercio de vuelta estaba saliendo incluso de la línea del corte tras firmar dos bogeys consecutivos, pero enseguida encadenaba tres birdies y terminaba la ronda salvando dos situaciones delicadas en los hoyos 17 y 18. Así que se ha dejado una ventana abierta con el fin de semana por delante. No está tan lejos como pudiera parecer, sólo son seis golpes de diferencia con la cabeza. Pero no tiene un palmo de margen de error. Necesita un sábado eléctrico para poder pensar en la opción de llegar, al menos, a ese segundo puesto salvador. Aunque algo nos dice que ocurra lo que ocurra está muy tranquilo, consciente de que ha recuperado la solidez y que, antes o después, en el escenario que sea, recogerá los frutos.

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