Los últimos meses no han sido fáciles para Tiger Woods. El grave accidente de tráfico que sufrió a finales de febrero le obligó a pasar por el quirófano, estar durante semanas postrado en una cama y comenzar un largo y exigente proceso de rehabilitación para intentar recuperar la movilidad de su pierna derecha, primero, y tratar tal vez de regresar en el futuro al golf de alta competición.
Un largo camino en el que encontró una motivación especial en su hijo de 12 años, Charlie, al que se animó a ir a ver jugar en varios torneos en Florida. «Fui a verlo y me sorprendieron sus resultados. ¿Cómo diablos estaba haciendo puntajes tan altos? Tenía que comprobarlo en directo. Va muy bien, pero tiene un hoyo malo, pierde los estribos, su temperamento le lleva a otro tiro mal, y la cosa se agrava…», explica Tiger en una entrevista exclusiva con Golf Digest en Estados Unidos.
«Le dije: ‘Hijo, no me importa cuánto te enfades. Por lo que a mí respecta, tu cabeza puede volar siempre y cuando estés comprometido al 100% con tu siguiente golpe. Eso es todo lo que importa. Ese próximo golpe debería ser el más importante de tu vida. Más importante que respirar’. Una vez que comprenda ese concepto, seguro que mejorará. A medida que avanzaban las rondas durante el verano ha evolucionado mucho», añadió el californiano.
Arropado por el mundo del golf
Durante su convalecencia, los mensajes de ánimo no han parado de llegar al teléfono de Tiger Woods. Incluida una llamada del presidente de los Estados Unidos que el californiano recuerda con una sonrisa tras escuchar cómo le decían: «La Casa Blanca en la línea 1″. El Tigre expresó durante la entrevista su gratitud por el cariño que ha recibido del mundo del golf, con varios jugadores del PGA Tour visitándole con frecuencia en su domicilio. El que más, sin duda, Justin Thomas.
«Los Thomas y los Woods somos como una familia», asegura Tiger. «Justin Thomas es como el hermano que nunca tuve y Charlie es como el hermano pequeño que Justin nunca tuvo», añade. Una profunda amistad que ha convertido a JT en el fiel compañero y consejero de Tiger durante todos estos meses de recuperación.
Regreso público en Bahamas
Aunque se ha podido ver a Tiger en algunas fotografías estos últimos meses, pocas, en realidad, está previsto que aparezca públicamente por primera vez en el Hero World Challenge de esta semana, torneo con 20 participantes que organiza cada año su fundación en Bahamas. Verle presente en esta cita tan especial es una buena señal, aunque Tiger sabe que todavía le queda un largo camino por delante para volver a jugar al golf competitivo.
«Hay mucho que esperar, mucho trabajo duro por hacer, hay que ser paciente y progresar a un ritmo agresivo, pero no exagerado. Obviamente, cuando entro en el gimnasio y empiezo a fluir, las endorfinas se ponen en marcha y quiero ir, ir, ir…», explica Woods. «Pero así es como he podido ganar tantos torneos. Todo el mundo me recuerda: ‘¿A qué precio? Mírate ahora’. Pero ¿qué era yo antes del accidente? Diez curigías… Eso es el desgaste por hacer mi deporte, por tratar de impulsarlo al máximo para ganar todo lo posible», detalla el Tigre.
«Para ganar todos los torneos en los que jugué habría hecho todo lo posible. Y como cualquier otro deporte, tiene un peaje. Hacer negocios también tiene un coste y, desgraciadamente, para los deportistas, hombres y mujeres, las lesiones son parte de ello», asegura el ganador de 15 majors.
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— Tiger Woods (@TigerWoods) November 21, 2021
Tres meses postrado en una cama tras el accidente
Uno de los primeros recuerdos de Woods tras el accidente fue cuando pidió un palo de golf para jugar mientras estaba en la cama del hospital. Estuvo tres meses postrado, primero en el centro médico y después en su casa. Después pasó a una silla de ruedas. Y cuando por fin pudo caminar con muletas y recuperar algo de independencia y autonomía, su perspectiva de las cosas cambió por completo.
«Agregar esa parte a mi vida diaria fue muy gratificante porque estaba atrapado en una casa. Vale, de acuerdo, es una casa bastante bonita que he construido para mí, pero no podía hacer lo que más me gusta, salir y estar fuera, simplemente. A veces salgo y me tumbo en el césped durante una hora porque quiero estar fuera. Y perder el contacto de una bola de golf es una buena sensación», señala Woods.
La rehabilitación ha sido un largo proceso de altibajos. Y para terminar, Tiger recuerda cómo entraron en juego las enseñanzas de su padre: «Cuando mi padre estaba en el ejército, en las fuerzas especiales, y cualquiera que esté allí puede dar fe de ello, no sabes cuánto van a durar los tiroteos. Pueden durar cinco segundos, cinco horas o varios días. No sabes cuándo acabará y eso mentalmente es difícil. ¿Cómo lo superas? Una de las formas en que lo hacía mi padre era pensar en cada comida… Así que ya no pienso en que esto van a ser nueve meses y será un infierno sino en que estaré dos o tres horas. Y si puedo, repetiré luego dos o tres horas más. Y es un trabajo que se va acumulando en semanas, meses… hasta el punto en el que estoy hoy», finaliza Tiger.