Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que los profetas del golf salían a la calle para revelar una verdad. Más o menos, lo que venían a decir era: «verás tú el día que Tony Finau ‘aprenda’ a ganar… Como eso pase, nos vamos a ver todos tentándonos la ropa ante lo que puede venir». Pues bien, da la sensación de que es día está llegando. No sabemos si aún ha llegado, pero desde luego parece que está llegando.
Finau ganó la semana pasada el 3M Open y saldrá este domingo como líder del Rocket Mortgage Classic a la caza y captura de su segunda victoria consecutiva. Ganar dos semanas seguidas en el PGA Tour son palabras mayores. Aún debe rematar la faena y no será fácil, pero sí transmite Finau la sensación de que algo ha hecho clic en su cabeza y se le ve cada vez más cómodo en estas situaciones. Está arriba y no afloja, no guarda, no se equivoca.
Sus números en Detroit esta semana son una absoluta locura. Ha cazado 50 de 54 greenes, 36 de 42 calles, es primero en putts por greenes en regulación, es primero en recuperaciones, primero de tee a green, segundo desde el tee, tercero en proximidad… Un abuso, vaya.
Eso sí, a la vista de estos datos estadísticas hay que quitarse el sombrero con Taylor Pendrith, el canadiense que busca su primera victoria en el PGA Tour y que le está aguantando este ritmo infernal a Finau. Los dos son líderes empatados con un total de -21. Los dos tienen cuatro golpes de ventaja sobre Cameron Young (-17), cinco sobre Stephan Jaeger (-16) y seis sobre Patrick Cantlay (-15). Entre ellos debería estar la victoria.
Todo apunta a un mano a mano entre Finau y Pendrith. Será un buen domingo para ver si la profecía está más cerca de cumplirse o si todavía hay que esperar. Finau es uno de los golfistas más poderosos del planeta. Lo tiene todo para ganar todos los años y pelear por los primeros puestos del ranking mundial. Por tener, más allá de lo técnico que salta a la vista, tiene una actitud inmejorable. Cada golpe que ha recibido en el pasado, y han sido muchos, lo asumió en silencio y tratando de mejorar, esperando su momento. Quién sabe si ese momento definitivamente ya ha llegado…
