Semana de Valspar Championship en el PGA Tour. Última parada de la gira de Florida. No esperen una despedida ñoña o bucólica, todo lo contrario. Es un adiós duro, áspero, desagradable incluso.
El Copperhead course es uno de los campos más exigentes del año en el circuito americano. Uno de esos diseños que pone a prueba no sólo el estado de forma de cada jugador, sino ante todo sus nervios. Te lleva al límite y te obliga a lidiar con todo lo malo que ocurre, casi con sumisión. No es un campo para rebelarse. Hay que aceptarlo como es.
La estadística que mejor define este campo de minas es el porcentaje de birdies que se consiguió hace un año desde la calle. Apenas supera el 18 por ciento. Háganse una idea. De cada diez veces que uno de los mejores golfistas del planeta tiene la bola perfectamente colocada en calle, en un campo que no es muy largo, sale de allí con birdie en menos de dos ocasiones.
Es una tortura que pone a prueba la paciencia y la humildad. En 2023 sólo un campo ofreció un porcentaje más bajo de acierto: Oak Hill, la despiadada sede del PGA Championship.
Hay más. Sólo Muirfield y Riviera registraron el año pasado un porcentaje más bajo de greenes en regulación (55,34%) y, mucho ojo, casi tres de cada diez golpes realizados desde menos de 125 yardas (uno 113 metros) no consiguieron acabar en green. Sólo Colonial Country Club fue más duro en este apartado.
El Valspar no es un torneo para pegadores, sino para auténticos ball strickers, ya saben, ese concepto que define a los jugadores más ordenados de tee a green, aquellos que colocan mejor la bola, que cogen muchas calles y muchos greenes. Es una semana de orden, concierto y mucho aguante. Hay que tener claro que todos van a fallar para no perder los papeles. En ese caso, el campo te engullirá.
Sólo hay que echar un listazo a la lista de ganadores del Valspar: Retief Goosen, Jim Furyk, Luke Donald, Paul Casey, Taylor Moore, Vijay Singh, Adam Hadwin, Charl Schwartzel… Jugadores, la gran mayoría, que no destacan por sacar la pelota de Estados Unidos cada vez que pegan desde el tee, sino porque tienen un golf muy seguro.
El español Jorge Campillo, que juega aquí por primera vez, lo confirma a Ten Golf. «El martes jugamos con frío y algo de viento y es un campo complicadísimo. Lo piensas y parece hasta difícil que se pueda bajar del par aquí. Cierto es que siempre hay jugones que tienen su semana y que sale, pero a bote pronto lo veo tremendamente difícil. El campo no es muy largo, pero tampoco corto, el rough alrededor de calle es más o menos moderado, pero alrededor de green está muy alto. Después, los greenes son pequeños, pero con mucho movimiento, casi no encuentras una zona plana», asegura.
La media de resultado ganador del torneo y del top 10 pone de manifiesto la exigencia del campo. Desde 2007, año en el que se mudó a esta fecha de marzo, la cifra ganadora media es de diez bajo par y para estar en el top 10 es poco más de menos cuatro. En definitiva, cuatro rondas bajo par por estos lares valen un potosí.
Obviamente, si hablamos de dificultad, hay que centrarse en el nido de las serpientes, el tramo de hoyos que va del 16 al 18 y que cada año es de los más difíciles. De hecho, son el tercer final más difícil de la historia del PGA Tour, con una media de más de medio golpe por encima del par.
El Valspar no es un torneo designado, pero no por ello la participación se ha resentido en exceso. Allí están Sam Burns, doble ganador, Eirc Cole, Tony Finau, Brian Harman, Sungjae Im, Jordan Spieth, Xander Schauffele, Francesco Molinari o Justin Thomas, entre otros.