Justin Rose mete el último putt en el hoyo 18 y se proclama campeón olímpico. Un grito, brazos en alto, se agarra orgulloso el escudo de Gran Bretaña, saluda a Henrik Stenson y se abraza con su caddie. Se desatan la emociones y se olvida la bola en el hoyo…
Media hora después de la ceremonia de entrega de medallas, varios aficionados ingleses aprovechan para pisar el green del hoyo 18 y hacerse unas fotos para el recuerdo. Es un paseo turístico que termina con el descubrimiento de un tesoro. Miran en el hoyo y encuentran la bola del campeón olímpico. La misma con la que había ganado el primer oro en golf en 112 años. Lógicamente, la cogen… Pero no están solos. La historia la cuenta el periodista Geoff Shackelford.
A unos metros de distancia se encuentra un fotógrafo brasileño tomando unas últimas instantáneas del día. Se da cuenta de la jugada y habla con los aficionados. Les reclama la bola. Es una Taylormade marcada con el «99». Sí, es la de Justin Rose. No hay duda.
El fotógrafo lo comenta con otros colegas suyos brasileños y deciden plantearle a Rose la posibilidad de que la pelota se quede en la casa club del Olympic Course de Río de Janeiro, como recuerdo para siempre. El británico ni lo duda. Acepta. El tesoro se queda en casa, seguramente donde mejor podía estar. De momento, la pelota está en la sede de la Federación Brasileña de Golf, a la espera de encontrar un lugar seguro en la casa club del campo de Río donde ubicarla de manera definitiva.
