El gran protagonista del domingo en un ‘major’ y en cualquier torneo es sin duda el vencedor final. Ángel Cabrera en este caso. Pero es difícil (y sería injusto) no destacar especialmente el partido de Phil Mickelson y Tiger Woods, que iba muy por delante de los líderes. Ambos salían con -4, a siete golpes de Perry y Cabrera y con un único objetivo: destrozar el Augusta National para firmar como mínimo un 64 que les diera opciones.
Llegados a este punto nos quedamos sin dudarlo con Mickelson…
Fue claro y directo una vez finalizó su ronda del sábado y tras firmar un insuficiente 71: «para ganar hay que hacer mañana un 63 ó 64, pero este resultado está ahí, en este campo, y se puede hacer jugándolo bien»…
Su carga de ataque fue profunda y bellísima. El primer drive, en el hoyo 1, se marchó a los árboles de la derecha, pero nada podía parar a Phil, que salvó el par. Y a partir de ahí… Algunos números: batió el récord de los primeros nueve hoyos con 30 golpes y seis birdies en los primeros ocho hoyos… Pero más allá del resultado, consiguió hipnotizarnos a todos con su juego, pleno de determinación, precisión, eficacia, brillantez, lucidez, riesgo e imaginación. Un canto a la belleza que debiera enmarcarse para los anales de este deporte, si bien no será así porque ya sabemos que a la historia sólo pasa el campeón. Por eso, vaya desde aquí este homenaje.
Tiger sacó un resultado (68) que sólo él puede sacar en un día tan gris de juego. ¿Cómo lo hace este hombre? No anduvo fino desde la calle, salvo contadas excepciones y aún así, de tanto buscar, de tanto aguantar, todavía se coló en la fiesta de la victoria saliendo del hoyo 16 con -10. Dos bogeys postreros le devolvieron a la realidad: este no era su Masters (y van ya cuatro años seguidos…).
De Mickelson podríamos decir lo contrario: es increíble que su juego del domingo sólo le alcanzara para un 67 final. Un doble bogey en el par 3 del hoyo 12, en el que fue a por la bandera y acabó en el agua, tuvo la culpa. Eso y un putt errado para eagle en el 15 de no más de dos metros. Y otro putt muy corto para birdie en el 17 que tampoco entró. Tres errores aislados pero importantes que le costaron la victoria. Nadie se las apañó mejor que él para crear la ‘tormenta perfecta’ en Augusta, aunque finalmente la jornada quedara en un sorprendente y salvaje chaparrón de verano.
Pero nos quedamos con su hoyo 7, en el que fabricó un golpe de efecto y precisión imposibles, a la vera de los árboles, para dejarse dado el birdie. Nos quedamos con que pateó para birdie en catorce hoyos. Nos quedamos con su segundo golpe en el par 5 del hoyo 15, a las nubes y picando muerta la bola a dos metros de bandera. Nos quedamos con su correcto saludo a Steve Williams, el caddie de Tiger, el hombre que le llamó ‘estúpido’ hace un par de meses. Hoy nos quedamos con Phil.
Seguramente esta vuelta mereció más que ninguna un 62, sencillamente porque lo tuvo todo: pepinazos desde el tee tremebundos; escapadas brutales con recuperaciones que no lo eran menos; ataque, ataque y ataque… Con una fe y una confianza casi divinas. Si ustedes no lo vieron y tienen la ocasión de hacerlo, por favor no lo duden.


