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Birdie o mierdi

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Llego el último día a Augusta con los ojos como platos. Ilusión máxima. Qué hará Jiménez, Gonzalo, quién ganará, todo muy igualado, pero sobre todo voy buscando cada green. Parezco un cazador olfateando una huella. ¡Esas banderas míticas del domingo de Masters! Es casi como entrar en el Prado de los golfistas. Una exhibición de arte, pero de arte extremo, ojo.

Si las banderas del domingo en Augusta son una pasada cuando las ves tranquilamente en el sofá de tu casa con una copa de vino, qué decir cuando las ves en directo. Son increíbles. Están al límite, en el sitio, como en la clásica película de persecuciones cuando el coche se sale de la carretera y se queda con dos ruedas al aire fuera del barranco y dos ruedas dentro. Es lo que nosotros decimos birdie o mierdi. Si pegas el golpe perfecto, tendrás una muy buena opción de birdie, si se te ocurre desviarte un metro más a la derecha o a la izquierda, olvídate, estás muerto. A ver si puedes sacar el bogey.

Cuando acaba la jornada hay una sensación de bajón. Pero no, no, el Masters no tiene culpa de nada, faltaría más. Y mucho menos el bueno de Bubba Watson, aunque a nosotros nos hubiera gustado ver a otro con la chaqueta verde, a poder ser español, claro. Los tiros van por otro lado. ¿Se acuerdan de esa sensación que teníamos de pequeño los domingos por la tarde? Sí, esa de que ya se acababa el fin de semana y había que volver al cole, pues más o menos. Bajón porque se acaba el Masters y ha sido una semana preciosa, y bajón también, por qué no decirlo, porque estábamos todos como motos el viernes por la tarde a la espera de un gran fin de semana y las cosas no le han terminado de salir a Gonzalo.

Me quedo con su garra, su actitud, su compromiso, su flechazo con Augusta, cómo ha aguantado las embestidas de un campo que trata de sacarte de tu sitio continuamente. Ha peleado todos los golpes y con cada revés de Augusta respondía tomando aire y preparando otro tirazo. Sólo ha faltado algo más de inspiración en los greenes para haber estado más arriba. Seguramente, en cualquier otro campo, este Gonzalo habría estado peleando por la victoria.

Me descubro, cómo no, ante Jiménez. Una más. No hay adjetivos. Y ante Bubba Watson, el mejor del torneo. Tres vueltas por debajo de 70 golpes en estas condiciones, guau.

Acaba el Masters, lo notan las piernas que ya van pidiendo árnica. Por cierto, a los aficionados, ningún grande se ve tan bien como el Masters. Hay mucha gente, por supuesto, pero sin aglomeraciones y todo perfectamente dispuesto para ver cada golpe. Una gozada.

* Carlos de Corral es el director deportivo de la Federación de Golf de Madrid