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Qué ganas de llevar la contraria…

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José María Olazábal confesaba ayer mismo que nunca le ha costado nada visualizar la estampa del Pisha posando ante los fotógrafos como vencedor de un Grande.

Pero Chema, en la foto, más que una chaqueta verde sobre los hombros, ponía la Jarra de Clarete en las manos de Miguel…

No es para menos. Por un lado, los campos del Open Championship parecen adaptarse mucho mejor a las características de Jiménez, aunque también se las arregle para sacarle espléndidas faenas al Augusta National. Y por otro lado la fría realidad de los resultados está ahí para confirmarlo. El paso de Miguel por el British en el último lustro es algo así como una maravillosa carrera de fondo hacia la gloria, interrumpida una y otra vez por la fatalidad de una jornada negra o de un fin de semana en el que le podía la ansiedad.

En 2009, en el Ailsa course de Tunberry, arrancaba con un 64 que le llevaba derechito al liderato. Y tras la segunda jornada se mantenía a dos golpes de la cabeza, con todas las puertas abiertas. Un 76 el sábado le arruinó entonces la semana.

En 2010, en St Andrews, tiraba 67 golpes el viernes y se metía de lleno en la pomada para el fin de semana. Pero otro sábado fatídico (74 golpes), lo alejaba de nuevo…

En 2011 tocaba Royal St Georges, y esta vez la coleta del malagueño asomaba hasta el mismo domingo, cuando salía a cuatro golpes del líder. El jueves y el viernes había terminado a un solo golpe de la cabeza. Esta vez se le cruzó en el camino un domingo horroroso (78 golpes)…

En 2012, en Royal Lytham & St Annes, ciertamente no llegó nunca a estar metido de lleno en la pelea, pero aún tiraba 67 golpes el domingo para conquistar una plaza dentro del top-ten (9º).

Los nueve primeros hoyos de Miguel en Muirfield 2013 aún permanecen grabados a fuego: cinco menos en ese tramo y al menos dos claras opciones más de birdie que se escapaban… Terminaba la primera jornada a dos golpes del líder, pero es que en la segunda, complicadísima por las condiciones de viento, asaltaba la cabeza en solitario con un golpe de ventaja sobre Tiger, Westwood, Stenson y Dustin Johnson. Ahí es nada. De nuevo, un sábado dominado por el ansia de hacer birdies como fuera terminaba por sacarle de ritmo.

Hoy, sin embargo, se postula como claro candidato en Augusta. Y es domingo. Y sale a sólo dos golpes de los líderes a falta de 18 hoyos, una situación de la que nunca llegó a disfrutar en este sobresaliente ‘lustro británico’ que acabamos de repasar.

En el Masters tampoco le ha ido demasiado mal en los últimos años. Pero, para qué nos vamos a engañar, ni por asomo ha coqueteado con la cabeza tanto y con semejante insistencia. Aunque en 2011, es cierto, llegó a colocarse líder unos minutos mediada la jornada del sábado…

¿Ocurrirá entonces en Augusta antes que en las Islas Británicas? Hay que poner en valor, en su justo valor, todos estos análisis, y pellizcarse para comprobar que sí, que estamos despiertos y que andamos dándole vueltas a las opciones reales de victoria en un Grande de un jugador que ha cumplido cincuenta años y que se partió una pierna hace quince meses…

Si algo caracteriza a Miguel Ángel Jiménez es su empecinamiento por llevar la contraria. Ha jugado cuatro Ryder Cup, tres de ellas pasados los cuarenta, y fue en la última que disputó (2010), la de Gales, donde su figura creció y creció para darle un punto decisivo a Europa tumbando sin paliativos a Bubba Watson en los individuales. Precisamente a Bubba, uno de los líderes de este Masters. Siempre he pensado que aquel partido y aquella Ryder fueron el motor y la génesis de la enésima juventud de Miguel. Llegó poco más o menos que despidiéndose y se erigió en pieza clave.

Le encanta llevar la contraria, sí, y se rebela como nadie contra la adversidad y la lógica. No existe para el malagueño un orden natural de las cosas. Hace unos meses, en Portugal, andaba subiéndose por los tejados porque no encontraba esa semana la finura de pegada que él se exige. Yo lo miraba ahí, en el campo de prácticas, enfurruñado como estaba, y debo reconocer que mis pensamientos iban por aquí: «pero a este hombre qué le pasa… ¿No se da cuenta de que es normal que a su edad un jugador pierda el toque con más frecuencia?».

Hay que pellizcarse, en efecto, para comprobar que estamos bien despiertos y constatar que de nuevo tenemos la suerte de acompañar expectantes y calladitos al hombre que cada vez que sueña se queda corto.