Los primeros ocho hoyos de Tiger Woods en la tercera ronda del Masters han traído a la memoria la versión más poderosa de este jugador. Salvo por un importante matiz: el putt. Hace diez años, por poner una fecha, el californiano podría haber salido de este tramo del campo con un parcial de -7 sin demasiados aspavientos ni exageraciones, y esta vez los saldaba con un parcial de -4, muy bueno en todo caso, pero dejando escapar dos putts muy cortos y alguno otro más de media distancia.
El Augusta National se volvía loco por momentos. Los aficionados intuían una ronda histórica, se miraban emocionados y chocaban palmas y puños en cada esquina, porque cada hierro del norteamericano parecía mejor que el anterior. Incluso, salvaba el primer problema serio (siempre aparecen, en cualquier campo) en el hoyo 9 con una excelente recuperación.
Por los segundos nueve, sin embargo, Tiger se fue enfriando. Comenzaron a aparecer los errores, alguno de ellos de bulto, como la salida del 13, donde le pegaba un garrotazo al suelo antes de impactar con una bola que apenas llegó a avanzar 160 metros…
Cada día, en cualquier caso, va a más. Recupera presencia, poder. Y hasta carisma. A día de hoy ya no es ninguna temeridad pensar que Tiger pueda estar para ganar alguno de los grandes en 2015, dando por hecho que llegados a este punto aún puede mejorar mas su rendimiento, una circunstancia que hace apenas unas semanas era impensable. Pero todavía tiene que recuperar la magia en los greenes y un punto más de consistencia. Tiger entregó finalmente un tarjeta de 68 golpes y está con -6, a diez golpes de Jordan Spieth.
Es la primera vez que juega por debajo de 70 golpes un fin de semana de major desde el US Open de 2010. Entonces, el sábado hizo 66 golpes y el domingo acabó con 75. Del mismo modo, es la primera vez que encadena dos vueltas seguidas en un major por debajo de 70 golpes desde el Open Championship de Royal Lytham en 2012 y en el Masters desde la edición de 2005, año en el que consiguió su última Chaqueta Verde.
