José María Olazábal (+2) volverá a estar presente un fin de semana en el Augusta National siete años después de haberlo conseguido por última vez (2014). A esto, entre otras cosas, se le llama amor propio. El doble ganador del Masters, además, se ha metido dentro del corte por la puerta grande, con una ronda notable por debajo del par (71 golpes) y cuatro birdies en la tarjeta.
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Es cierto que el campo no está tan fiero como el jueves. Se ve que los rectores del Augusta National han pisado el freno (manguerazo generoso) ante el prominente tono pardo que habían cogido los greenes y después de comprobar, por ejemplo, que en el hoyo 9 casi se estaba rozando ya el límite de lo razonable con tres vueltas por jugar. La diferencia entre una jornada y otra es evidente, tal y como ya se está demostrando en los registros que van llegando a la casa club, pero tampoco vaya nadie a pensar que se regalan los guarismos por debajo del par. Matt Wallace (+2), por ejemplo, compañero de partido del vasco, firmaba un 72. Ayer sólo doce jugadores ganaban al campo; hoy es probable que incluso se doble esa cifra, que son unos cuantos más, pero tampoco multitud.
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De nuevo, Chema ha mostrado una gran solidez desde el tee. Sin forzar la máquina y con buen ritmo, sin preocuparse lo más mínimo por la distancia que hacía desde el tee, cogiendo muchas calles y, por tanto, con la bola en juego. Después, se las arreglaba con su extraordinario oficio y buenos golpes largos, alguno especialmente brillante, como el que atizaba en el hoyo 11, una deliciosa madera a unos doscientos metros de la bandera que llevaba la bola abriendo al green y entraba justo por el sitio a esa bandera corta, dejándose una opción de birdie desde poco más de un metro.
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Es sin duda, la mejor versión de Olazábal en años. El maestro de Hondarribia nunca ha dejado de luchar contra las adversidades, bien fueran de salud (esa afección reumática que lo martiriza desde hace más de un cuarto de siglo) o las propias de este puñetero deporte, así que bueno es que pueda darse este tipo de alegrías. Mucho mejor y redondo resulta el suceso si además coincide con el cumpleaños de Severiano Ballesteros, que es exactamente lo que hoy ha ocurrido. Y puestos a recordar y a homenajear, digamos también que es muy probable que Sergio Gómez, bien situado en la cima de algún promontorio, haya musitado con esa retranca tan suya: “ya era hora José Mari, ya era hora”. Quizá justo después de que su pupilo enchufara ese putt de doce metros desde el collarín en el hoyo 17 para salvar un par antológico…
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Para ellos, Seve y Sergio, ha guardado Chema unas emocionadas palabras de recuerdo y dedicatoria después de firmar esta gran gran vuelta. No podía ser de otra manera.
