Inicio PGA Championship PGA Championship 2009 La penúltima lección magistral de Watson

La penúltima lección magistral de Watson

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Tom Watson ha sido el protagonista de una bella historia en Turnberry y lo más importante es que ha dado una magnífica lección al mundo…

El cuento no tuvo un final feliz, no comieron perdices, no estaba la mano de un guionista de Hollywood detrás, pero eso es lo que le hace más grande. Watson se comportó como un gigante en la derrota. Para escribirlo en un libro. De manual.

 

El norteamericano fue un caballero. No mudó el gesto cuando falló el putt definitivo de tres metros en el hoyo 18. Se le escapaba su sexto Open y un hueco eterno en la historia del deporte y lo encajaba con una tímida sonrisa. No hizo el más mínimo amago de fruncir el ceño cuando en el desempate estaba tirando la bola de un lado a otro. Nada. Impasible.

Pero eso no quiere decir que no le importara. Ahí está su grandeza. Por dentro, Watson llevaba un cabreo de mil demonios, se le formó un nudo en el estómago, no tenía ganas de hablar… Había venido a Turnberry a ganar, lo tuvo muy cerca y se le escapó entre los dedos. Ya no hay gloria que valga. Qué diablos.

Él quería la gloria del campeón, no la compasión del público a un venerable anciano que nos había puesto los pelos de punta durante toda la semana. No quería palmaditas en la espalda. Se fue rápido, cortés, pero sin sentimentalismos. Raza de campeón.

Atendió a los medios en la rueda de prensa con educación y sentido del humor, pero la procesión iba por dentro. Estaba deseando quedarse solo para morderse la uñas, para gritar, para clamar al cielo, para, por qué no, dar un puñetazo a la pared de su habitación. Qué Grande.

“Qué cómo me siento. Estoy absolutamente decepcionado. Vine para ganar, era un sueño y el sueño ha estado a punto de hacerse realidad. Pero se me ha escapado”, explicaba. El auditorio lo miraba con admiración, pero Watson en ese momento sólo sentía que había quedado segundo. Que lo había tirado por la borda. “Ha estado muy cerca de ser una gran historia”, explicaba. “Tenía que haber pegado el hierro 9 en el 18 y no el 8, pero temí quedarme muy corto. Después pateé porque pensaba que podría dejarla cerca. Pero no fue así. Felicitaciones a Stewart”.

Salió de la sala de prensa a paso ligero. Recibía saludos por todos lados, querían su autógrafo, darle una palmada, decirle que esta semana habían sido muy felices y que lo sentían. Pero no. Watson no quería compasión. Apenas se paró, muy poco. No se giró cuando lo aclamaban. Ni siquiera se volvió cuando alrededor de la casa club de Turnberry un grupo improvisado de unas 20 personas propinó una sentida ovación justo cuando se metía en el coche. Había perdido y Watson es un ganador. Era un mal día, no un día entrañable.

Si aún no creen que estamos ante un ganador que ha dado una lección de ilusión, coraje, ambición, determinación, fe y señorío, aquí va una última frase de Watson para el recuerdo. “¿Piensa que el año que viene puede tener también opciones de ganar en St. Andrews”, preguntaba el prestigioso periodista Mark Garrod. “Si el viento sopla como a mí me gusta, sí”.

Tom Watson tendrá en el Open Británico del año que viene 60 años.

 

Pd: De todos los titulares que hemos podido leer en la prensa escocesa, hay uno especialmente brillante. El Daily Record, rememorando aquel mítico “Sun duel” (Duelo al Sol), que ganó Watson a Nicklaus en Turnberry en 1977, ha titulado hoy: “Cruel sun”.