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Jon admite que lo que no puede ser, no puede ser (y además es imposible)

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Jon Rahm en la segunda jornada en Bethpage. © Golffile | Fran Caffrey
Jon Rahm en la segunda jornada en Bethpage. © Golffile | Fran Caffrey

Jon Rahm (+5) tiene pie y medio fuera del PGA Championship después de firmar una tarjeta de 75 golpes, cinco más en el día, en la segunda jornada. En el momento de editar esta crónica el acumulado de +5 está muy lejos del corte y, la verdad, el cielo de Nueva York (se esperaba algo de lluvia y viento por la tarde) tampoco parece demasiado revuelto como para darle un vuelco tan brusco a la situación.

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El jueves salía airoso, con un resultado de PAR muy dulce para cómo había jugado, demasiado errático desde el tee en un campo que, tal y como está, con semejante rough, penaliza como ninguno esta deficiencia. Se fraguó entonces una curiosa paradoja: había sido una actuación gris y sin embargo era legítimo y razonable elevar aún más las expectativas, pues cabía preguntarse, quizá de un modo ingenuo: ¿cómo será su vuelta buena, si esta ha sido la mala?

Costaba imaginar, incluso admitir, que Rahm pudiera encadenar otra ronda de golf tan aciaga con el driver en las manos, sin duda su mejor palo. Por desgracia, así ha sido.

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Y en Bethpage Black quizá puedas librarte un día, sobre todo si eres un jugador con tantos recursos como lo es el joven vasco, pero no dos. El jueves cazó seis calles; hoy sólo cuatro. En total 10 de 28 en dos jornadas y en un campo muy largo y con un rough letal. Blanco y en botella. O, como suele decirse: lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

Así lo admitía el propio jugador minutos después de entregar la tarjeta: “el hecho de estar aquí pensando si todavía tengo alguna pequeña opción de pasar el corte ya es una suerte increíble para cómo he jugado, sin coger calles”. Asimismo, frustrado pero sereno, reconocía que “hacía mucho tiempo que no estaba en el campo como hoy, sin saber muy bien que hacer: si apuntaba al centro salía a la derecha, si apuntaba a la izquierda salía recta a la derecha… No sabía qué hacer, he acabado desquiciado. Es la primera vez este año que no he podido controlar de ninguna manera mi swing y ha tenido que ser en una semana tan importante”.

Adrián Otaegui (+5) se ha quedado en el mismo lugar. Lo ha luchado y no ha estado lejos. Se marcha de Nueva York moderadamente satisfecho con la actitud, el juego corto (bastante ordenado) y el putt (brillante por momentos), pero algo mosqueado con algunos segundos tiros que le han salido realmente deficientes y, lo peor, sin saber muy bien por qué.

Jorge Campillo (+10), por su parte, mejoraba mucho su actuación del primer día, pero sin llegar nunca a meterse en la faena de la épica remontada que tenía como objetivo. Sólo ha sumado dos birdies en 36 hoyos, un balance demasiado pobre para alguien que realmente venía jugando con enorme poderío. El extremeño, por otro lado, nunca ha sido de saltar los escalones de dos en dos, así que dejémosle en sus cosas y en sus tiempos.

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