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Y Harrington aburrió al viento

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Así se gana un 'major'. Ocurre que cuando un final no es dramático, tenso, pleno en emoción, histérico si quieren, se tiende a buscar las causas del éxito lejos, precisamente, del vencedor. Que si le han puesto las cosas fáciles, que si el eagle monumental del hoyo 17 lo ha conseguido porque ya jugaba sin presión…

Puede que haya un poco de todo ello, pero la única realidad incuestionable, matemática, es que Padraig Harrington (+3) ha arrasado literalmente en los últimos nueve hoyos. ¿No decimos que es a esa encrucijada, la del tee del hoyo 10, donde Tiger Woods llega con un punto de concentración y determinación por encima de sus rivales? ¿Por qué no vamos a decir lo mismo de este irlandés indomable? Apuntó en su tarjeta un -4  en este tramo, sin errores, sin meterse en un solo problema y sumando dos birdies y un eagle. Soberbio.

 

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Harrington, hoy en Royal Birkdale

 

Y no olvidemos un detalle de vital importacia: Harrington pasó su peor momento, precisamente en la recta final de los primeros nueve, donde encadenó tres bogeys y pareció que la situación se le iba de las manos. Pero volvió a pisar el firme pasto sin torcer apenas el gesto, sin modificar el plan general establecido. Sólo Ian Poulter (+7) se lo ponía complicado con ese +7 en casa club que al final quedó pulverizado.

Greg Norman (+9), a su lado, completó la gran hazaña de la semana a sus 53 años con ese tercer puesto final absolutamente impensable, verdaderamente apoteósico. Un inicio con tres bogeys consecutivos hizo temer lo peor, que el sueño se desmoronaba precipitadamente, pero aún tuvo tiempo y arrestos de volver a liderar el torneo a nueve hoyos del final. La gran Chirs Evert lo esperaba emocionada en el 18 después de verlo partir cada día con la ilusión de un niño al tee del 1. 

Un hombre duro de pelar este Padraig, quizá áspero en ocasiones, que se ha llevado un Open duro de pelar. Áspero. El British que en términos cinematográficos debió llevarse el viento, pero que en realidad quedará fijo en nuestro recuerdo. Por su dificultad. Por la bravura de los competidores luchando contra los elementos sobre la hierba del Royal Birkdale, este magnífico links, majestuoso (duro y áspero también, por supuesto, como debe ser un links que se precie…). El dato: sólo seis vueltas bajo par de los 83 jugadores que pasaron el corte en todo el fin de semana (de un total de 166 vueltas de golf, sólo un 3,6 por ciento se jugaron por debajo del par 70 del campo…). Todas ellas, por cierto, el domingo.

La madera 3 de Harrington en la calle del 17 supuso un brillante remate al torneo. Se dejó desde 220 metros a green una opción de eagle de algo más de un metro.

 Sergio García (+17, puesto 51º) mantuvo la línea consistente de toda la semana hasta los últimos nueve hoyos (la primera vuelta la hizo al par, un gran resultado), donde seguramente sintió que necesitaba forzar la maquina para plantar cara a los partidos de atrás. Fue como si tuviera la traicionera corazonada de que el birdie que hizo en el hoyo 9 era el pistoletazo de salida a una carrera vertiginosa en busca de más y más birdies… Pero fue cazado por el campo y por el viento. Jugar al límite en este campo y en estas condiciones es casi como lanzar una moneda al aire. ¿Precipitación? ¿Demasiada ansiedad? Posiblemente. Después de enlazar tres bogeys se estrelló contra su propia decepción y se fue dejando llevar…

Habrá pesimistas que piensen que García ha dejado escapar otra posibilidad de ganar un grande. Nuestra lectura es mucho más positiva y, desde nuestro punto de vista, más realista: es muy extensa la lista de grandes jugadores que se quedan sin ganar un 'major' cada vez que se juega uno… Hay que ponerse a la cola. Y Sergio está ahí bien situado, como ha vuelto a demostrar esta semana. Llegará el momento.

Pablo Larrazábal (+21, puesto 70º) finalizó con un mal día, pero él más que nadie tiene que pensar que a ver quien le quita ahora 'lo bailao'. Y en seguir en la brecha. O mejor dicho: en hacer todo lo posible por estar en ella. Con este Open podría escribirse todo un tratado de 'Como jugar al golf en condiciones horrorosas y no acabar en el manicomio'. Y él ha estado ahí. Sufriendo, y cayendo, y levantándose. Y triunfando en muchas de las mil batallas que ha librado en cada uno de los 72 hoyos. En cada golpe. El golf español sigue celebrando su ingreso en la élite.