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El bunker del 15, o la sepultura de Miguel

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Royal Lytham & St. Annes es territorio amigo de la Armada. No hace falta volver a recordar los dos triunfos de Severiano aquí en 1979 y 1988…

Es cierto que en la siguiente edición del Open que se disputó aquí, la del triunfo de Tom Lehman en 1996, el golf español no destacó demasiado: disputaron aquella edición ocho de los nuestros (uno más que este año), pero sólo dos, Carl Suneson y Txomin Hospital, pasaron el corte, sin que después consiguieran meterse en los últimos partidos del fin de semana.

En 2001, sin embargo, la última vez que Royal Lytham acogió este torneo, Miguel Ángel Jiménez terminó tercero y Sergio García en novena posición. Dos top-ten muy apetitosos.

Fue aquella, sin duda, la vez que Jiménez anduvo más cerca de llevarse el gato al agua en el evento más importante y prestigioso. Con un brillante 67 en la tercera jornada, la del sábado, el malagueño afrontaba el domingo decisivo partiendo en los últimos partidos. La situación no podía estar más apretada, puesto que casi veinte jugadores salieron el domingo en un margen de apenas dos golpes…

El español aguantó bien el tipo durante los dos primeros tercios de la vuelta. Es más, un birdie en el hoyo 13 lo situó con tres menos en el día y, por unos minutos, a un solo golpe de la cabeza, ya que poco después Duval, que venía muy fuerte, firmaba un bogey en el 12…

Jiménez tiene la sensación clara de que tiró su oportunidad en el tee del hoyo 15, sin duda uno de los más complicados del recorrido. (En la imagen se ve a Jiménez hoy pegando su segundo golpe en el 15 junto al citado búnker).

Este lunes, durante la vuelta de prácticas que ha dado junto a Pablo Larrazábal, se lo contaba al barcelonés sobre el mismo tee: “¿ves aquel bunker de la izquierda? Pues allí dejé escapar mis opciones en 2001… Fue mi sepultura. Yo creo que en ese momento estaba a un golpe de la cabeza y me fui a la arena. Una vez allí, tuve que sacarla casi hacia atrás y luego tenía aún un tiro largo y complicado…”. Miguel salió de allí con un bogey muy doloroso. Ya no pudo levantarlo.

Los recuerdos pesan y dejan señales, de eso no cabe ninguna duda. De hecho, once años después, jugando una tranquila vuelta de prácticas, Jiménez pegaba casi el mismo drive… “¿Otra vez te vas a ir a la arena?”, le preguntaba hoy Miguel a su bola mientras volaba rumbo al obstáculo… Lo cierto es que el tiro no era tan malo; un drive largo, aunque quizá cerrando un poco más de la cuenta, para completar las 289 yardas que separan al búnker del tee. Esta vez se libraba. Cuando llegó allí, comprobó que sólo se había quedado a las puertas: apenas a unos metros corto y a la derecha de la trampa.