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Si se te incrusta una bola en el rough, mejor que no sea en el British…

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El hoyo 8 ha sido casi como un cuento de terror para Miguel Ángel Jiménez (+1). Salida bloqueada con la madera 3 a la derecha. Rough peliagudo y disparo a green de complicadísimo diseño…

Segundo golpe que, tratando de hacer equilibrio sobre el alambre, se estrella contra un árbol y empotra la bola en el suelo. Al menos, piensa el malagueño, voy a poder dropar sin penalidad porque la bola está en su pique, literalmente empotrada…

Pero de eso, nada. El árbitro que acompaña al partido (va uno con cada) aclara a Miguel que aquí, en el Open Championship, sólo se puede dropar sin penalidad si la bola está incrustada en hierba segada al ras. Si estás en el rough, arréglatelas como puedas…

Jimenez no daba crédito, porque el hoyo se estaba entonces torciendo de verdad y él venía al par en el día. Y pide una segunda opinión. El árbitro que aparece en su buggy ni siquiera llega a bajarse del cochecito para comprobar la situación. No hace falta: las reglas están claras: en el British no se mueve una bola incrustada en su pique si estás en el rough…

“Este torneo es el único caso en que una bola incrustada no se puede sacar si no está en una zona segada al ras. Así me lo han explicado y no hay nada que decir. Esto es puro golf”, nos aclaraba el jugador con deportividad y buen humor.

Mañana le toca remar, y de lo lindo, porque esos 71 golpes al final del día se van a quedar muy retrasados. La situación no es todavía alarmante, pero sí que le preocupa al jugador español. Igual que le preocupa esa dinámica de la que no puede salir: “no he jugado tan mal, pero es que llevo un tiempo en el que no consigo hacer resultados. Para ganar hay que jugar bajo par y no ir haciendo pares o una más…”, explica. Y mucho más en una jornada casi idílica: “este 71 va a ser muy negativo al final del día. Se van a hacer muy buenos resultados”, decía.

Lo cierto es que en ese hoyo 8 de marras, terminaba sacando un doble bogey que resultaba bueno, y todo. Tuvo que meter el blaster como pudo para sacar la bola a calle y después no cazó el green todavía con su cuarto tiro. Un putt embocado desde unos dos metros, muy delicado, minimizaba un poco los daños. Sea como sea, es muy cierto que de un tiempo a esta parte, a Miguel se le ponen las vueltas cuesta arriba casi sin darse uno cuenta. No podría elegir mejor día que mañana para darle la vuelta a esa tortilla.