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Penúltimas reflexiones acerca del Open Championship de Muirfield

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-Gonzalo Fernández Castaño se marchó ciertamente decepcionado del Open Championship. De una forma directa y natural explicó que había estado por debajo de las expectativas que él mismo se había creado. Al respecto, se puede añadir algún matiz importante. Existen expectativas que se cocinan en una mente más o menos calenturienta, alejadas de la realidad…

Y otras que se han construido con los pies en la tierra y de acuerdo a una realidad razonable. Las expectativas del madrileño pertenecen al segundo grupo. Él pensó que podía dar más de sí en Murfield porque sus actuaciones en los dos ‘majors’ anteriores, Masters y US Open, habían sido sólidas y hasta brillantes. Porque, en definitiva, su evolución como jugador y la positiva línea de trabajo que lleva ‘pedían a gritos’ ese nivel de expectativas, y no otro.

Entonces, no hay nada que objetar ni lamentar. Es más, de algún modo se puede hasta celebrar la pena mostrada por el jugador español: en el deporte y en la vida, la ambición razonable y fundamentada, como era la suya, es digna de elogio. Y es sana. Después, por supuesto, puede ocurrir que venga un morlaco como Muirfield y te infle a cornadas, pero ni siquiera hace falta repasar la lista de jugadores-talla XXL que en cada Grande se quedan incluso fuera del corte… Volvemos a lo de siempre: el golf no encuentra parangón en este sentido.

-El contrato millonario que Nike firmó con Rory McIlroy debe ser hoy un dolor de cabeza insoportable para más de uno. Tampoco en el Open ha sacado la cabeza. El norirlandés acabo el año pasado como una moto, ganando el PGA, dos torneos de los play-offs finales de la Fedex, la Final de Dubai, entre otros logros… Después, una vez se hizo efectivo el ‘traslado’ de Titleist a Nike, alguna semana aislada de cierta consistencia y poco más.

Seamos lógicos: a la larga esos más de quince millones de euros anuales que Nike paga a Rory tendrán su recompensa, pero a día de hoy son un boomerang terrorífico que regresa y golpea en la frente a la marca: fue cambiar de palos y convertirse en un jugador mucho más irregular e inseguro, sobre todo inseguro. Y por contra, refuerza a Titleist, que sin comerlo ni beberlo saca provecho, aunque ya no lleve su bolsa. Hay que insistir: ni es culpa exclusiva de los nuevos palos, ni esta situación se alargará demasiado en el tiempo, seguro, pero el mal rato no se lo quita nadie a más de uno.

-El desmoronamiento de Lee Westwood el domingo nos llevó inmediatamente a un recuerdo de hace 26 años, cuando otro inglés, Nick Faldo, firmó 18 pares en la cuarta jornada para ganar. Esa tarjeta le habría valido a Westwood el desempate. Pero esto no son más que juegos de memoria y puñeteras ganas de echar sal en su profunda herida… Lee cayó, pero se levantará. Al fin y al cabo, Mickelson ha hecho en 2013 mucho más de lo que hizo Azinger para presionar a Faldo en el 87 en el último tercio de la vuelta.

– Mickelson, por cierto, entra en el club de Seve, el de los cinco ganadores de grandes. Ahí están, además, J. H. Taylor, James Braid y Byron Nelson.

-No hace falta recordarlo, pero por si acaso. Han pasado 21 Grandes desde que Tiger Woods ganara el último (US Open de 2008), y el norteamericano sólo ha jugado 17 de ellos (se perdió cuatro por lesión). Pues bien, en estos 17 se metió en el top-6 en nueve ocasiones, más de las que la mayoría de jugadores sumará en toda su carrera. Tiger no encuentra en los ‘majors’ su legendaria burbuja del fin de semana, pero no está precisamente al borde de ningún abismo…

-Hideki Matsuyama está causando sensación. Este japonés de 21 años no es tan ‘fashion’ como Ryo Ishikawa, pero en 2011 fue el mejor amateur en el Masters y en 2013 suma ya dos top-ten en los Grandes (décimo en el US Open y sexto en el British) y se ha metido en el puesto 34º del ranking mundial. Recordemos que la mejor actuación de Ishikawa en un ‘major’ fue un vigésimo puesto en Augusta.