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Contracrónica de la tercera ronda del Open Championship 2023

Jaque sin mate en una jornada de reflexiones

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Sepp Straka
Sepp Straka, en la segunda ronda del Open. Stuart Franklin / R&A

A menudo comparo a los golfistas con los ajedrecistas. Y más aún en los links, donde vuela la imaginación y se puede jugar con el viento, con los montículos, con el campo más seco o más húmedo en caso de que llueva, con apuntar el putt a un sitio insospechado porque la caída es tremenda… Su cabeza debe funcionar de forma parecida a la de un ajedrecista cuando en su mente hacen múltiples movimientos, predicen variantes del futuro. Inteligencia nada artificial, aunque vaya más allá de lo humano para el resto de los mortales: mi rival mueve el caballo, yo la torre, él menea al alfil, yo avanzo con el peón y en 23 jugadas le doy jaque mate (siento si he metido la pata pero soy más del escaqueo que del escaque). Supongo que el golfista visualiza también un ramillete amplio de posibilidades e incluso creo que son tan hábiles que podrían patear a cinco metros con los ojos cerrados, como en alguna ocasión hizo Steve Trumbo lanzando los tiros libres. Las caras también hermanan a golfistas y ajedrecistas, quizás también a ciclistas. Siempre cara de póquer, sin cambiar el rictus, ni sufro ni padezco, aunque la profesión vaya por dentro, excepto para el enfadica Hatton o los expresivos Spieth o Siem. Por eso me gustan cuando llegan al hoyo 18 y rompen esa solemnidad, como cuando Scheffler, frustradísimo, levanta los brazos por la fortuna de dejar dado el birdie el viernes tras golpear el talud del búnker y pasar el corte por los pelos. Y eso que antes del torneo vino a decir que le temblaban las piernas cuando veía la bola en dirección a la arena. ¡Qué cosas! Hablando de caras, recomiendo encarecidamente El encargado, una serie argentina que está en Disney y que merece la pena sólo por ver la jeta del protagonista.

Jornada de reflexión. Reflexionemos. Mi padre, cuyos conocimientos de golf se ciñen a lo que lee en la prensa (de papel), me pregunta: «Rahm va mal, ¿no?». «A ver», le digo como si fuera familiar o amigo o agente del vasco, «mal no; ha pasado el corte, algo que sólo han hecho 12 jugadores este año en los Grandes, y lleva 17 consecutivos en Majors, tiene un margen de dos días para subir posiciones y sólo siguen en el Open dos de los ocho españoles que empezaron, así que ni tan mal». Y va a por todas, aunque sin fortuna en sus cuatro primeros hoyos del moving day, pateando para birdie sin tino. A la quinta fue la vencida. ¡¡¡Vamossss!!! Segunda reflexión. Adrián Otaegui es nuestro Scheffler. No da titulares, no se enoja (Scottie ayer se agarró algún berrinche), no se marca un bailecito si enchufa un eagle, trabaja como un mulo, va a lo suyo y es buenísimo. Ojalá no lo esté gafando con estas loas, pero ganar como lo hizo en Valderrama y la progresión paulatina que le ha dado cuatro triunfos en el DP World Tour habla a las claras de su calidad. Tercera reflexión. Francesco Molinari no puede competir en la Ryder por muy bueno que sea, por más que se celebre en Roma y por mucho que le escueza a nuestro amigo Jorge Liaño. Y Sepp Straka, si nada se tuerce y termina bien en Hoylake, tendrá sitio entre los doce de Luke Donald, aunque cuente los mismos chistes que Otaegui. Matizo: al austriaco, que vive en Georgia (Estados Unidos) desde los 14 años, le preguntaron hace poco algo así como si le gustaba más Beethoven o el country. Respondió con guasa que no es mucho de la música clásica, pero que por cercanía se quedaba con Mozart, que era de Salzburgo y no con Beethoven, alemán de Bonn. Se ve que el periodista sabía de pentagramas lo mismo que mi padre de hierros.

Ya que estamos con Georgia (de nuevo Estados Unidos) hablemos de Brian Harman, natural de Savanah. Como Rafa Nadal, es diestro pero juega a zurdas; como Keegan Bradley, me pone nervioso cada vez que va a golpear un hierro porque mira, remira, vuelve a mirar en movimientos espasmódicos; como Cameron Smith, le gusta la pesca, aunque es más de cazar pavos y jabalíes (suele irse con el rifle con su amigo Patton Kizzire); como Alejandro Rodríguez, anda escaso de cuero cabelludo, y como Juan de la Huerga, no ha ganado un Major en su carrera (tuvo cerca el US Open de 2017 y le comió la tostada el último día Brooks Koepka). Tiene una papeleta por delante porque le puede la presión cuando está para cantar bingo (sólo dos triunfos en el PGA Tour, en 2014 y 2017, siendo el que más top ten acumula sin vencer en el último lustro en el Circuito Americano). Si no tenemos campeón español (Otaegui o Rahm), ni tampoco se corona Fleetwood, ni McIlroy, ni Fowler, ni Day, ni Spieth, ni Grillo, ni Stenson (me cae bien aunque sea de LIV), ni Tom Kim, ni Migliozzi, ni Siem (como siga la retahíla cito a todos los que han pasado corte)… voy con Harman, que tampoco ha nacido para monologuista: «Me dice un amigo que tal y como has jugado podríamos llamarte Harmanator«, le comentó un periodista ayer. «Es espantoso. No puedes elegir tus propios apodos, pero ése no se va a quedar», replicó con más razón que un santo.

Resultados en directo del Open Championship 2023