«Me encantaría afirmar que me veo en condiciones de hacer un vueltón final en este Open USA, pero si soy sincero debo decir que no lo veo. A lo mejor, si me sale todo y entran algunos putts puedo jugar bajo par, quizá hacer dos o tres menos, pero no creo que esté pegando a la bola lo suficientemente bien como para hacer muchas menos». Nos lo decía Sergio García inmediatamente después de acabar su tercera ronda con +2, a diez golpes del líder, Richard Barnes (-8) y pocos minutos antes de iniciar la cuarta y definitiva vuelta…
Los quince hoyos que ha jugado por la mañana han resultado ser una lucha comprometida pero estéril. No ha encontrado ese ‘momento supremo’ de inspiración, no ha podido siquiera entreabrir las puertas al milagro. En realidad, es exactamente lo mismo que le ha venido ocurriendo durante toda la semana.
Lo que ocurre, y es algo que está más que demostrado, es que la ‘velocidad crucero’ del de Borriol basta para pasar cortes en un ‘major’ y hasta para alcanzar el top-20, precisamente donde acabó esta mañana.
Sergio sufre unas molestias en el hombro derecho «y el pegar constantemente desde el rough no ayuda a superarlas», explicaba sonriendo. «La verdad es que al menos me he mantenido porque en los primeros hoyos es que no cogía ni una calle. Al final me he dejado tres buenas opciones de birdie en el 16, 17 y 18, pero en el 17 he pateado fatal y los otros dos se han quedado colgando del hoyo».
No ha estado muy cómodo Garcia jugando en Nueva York. No, desde luego, con su juego. Tampoco en este escenario. Lo cierto es que no le faltan muestras de cariño (hoy un aficionado hasta le ha gritado «hala Madrid» en la calle del hoyo 12…), pero los neoyorquinos no sufren precisamente con sus golpes defectuosos… No tienen por qué hacerlo, eso es evidente. Sea como sea, ni sirve como excusa ni él ponía paños calientes: «no encuentro la confianza necesaria cuando pego a la bola. Todavía tengo que trabajar más para encontrarla».
