La llegada a Pinehurst sobrecoge. Hace falta algo más que una brújula para orientarse en este mastodóntico resort. Ni siquiera es tarea fácil encontrar el tee del 1. Mucho pino, mucha carpa, mucha grada, mucha valla… Sí, señores, es el US Open y aquí lo más importante es el público. Necesitamos ayuda para situarnos y, ‘voilà’, nos encontramos al mejor embajador posible de este Nº2 de Pinehurst. Una pista. Se llama Donald…
Cae la tarde y apenas quedan jugadores en el campo. Graeme McDowell repasa algunas cuestiones con su entrenador, Pete Cowan, mientras Ryan Moore acude de urgencia al camión de los palos para un último retoque. Camina tranquilo, junto a su hermano.
El escenario es fabuloso. Todo ese montaje brutal que siempre acompaña al US Open esconde una joya. Es como si la USGA hubiera preparado una caja sorpresa a la que hay que ir quitando muchos papeles hasta encontrar el regalo. Eso es Pinehurst, un regalo para la vista, un maravilloso intento de links en pleno corazón de Carolina del Norte.
Bienvenidos al US Open 2014 de la mano del mejor embajador, su creador…
